sábado, 7 de agosto de 2021

PACO IBÁÑEZ, POESÍA NECESARIA

 


Félix Población

Confío en que el Rincón de la Poesía que se acaba de inaugurar en el Jardín Botánico, con la obra de mi estimado y leído Francisco Brines, tendrá su repercusión en la ciudad, pues nada hay más a propósito para que la poesía cale en la audiencia que la propia naturaleza, y la del Jardín Botánico es todo un primor, reconocido por quienes lo visitan y, sobre todo, por quienes hicimos de aquellos parajes nuestras imaginarias selvas de aventura en la niñez.

Leo, y me congratula, que la poesía en esta histórica villa  tiene su acogimiento público desde que en 2005 los integrantes de un taller de versos de la Universidad Popular formaron una asociación (Encadenados) y continuaron sus reuniones en Centro Municipal de La Arena, y también en el Centro Cultural Antiguo Instituto con el grupo Versos Libres.

Estas noticias me hacen recordar el tiempo en que en el viejo Ateneo Jovellanos la poesía fue algo más que una serie de recitales concebidos como un lujo cultural por los neutrales, según dejó escrito Gabriel Celaya. Un grupo de jóvenes, algunos de ellos todavía adolescentes, participamos en la redacción de una revista leída que bajo la cabecera de Nosotros convocaba cada domingo por la mañana a buen número de asistentes en el salón de actos del mencionado centro.

No estoy seguro de si la periodicidad era mensual, creo que sí, pero fue allí donde empezó a sonar la poesía de los cantautores de finales de los sesenta, con Raimon, Paco Ibáñez y Serrat a la cabeza, así como la de quienes entendíamos que una cultura de resistencia debía ser tan necesaria como el pan de cada día, según el mismo poema de Celaya aludido, a sabiendas de que correspondía a nuestra generación hacer lo posible para que el tiempo de silencio de la dictadura se acabara. Cada número de la revista solía contar con la presencia de una pareja de secretas, avalando el afán que nos movía.


Al mencionar a Paco Ibáñez, es de hacer costar que a sus 86 años sigue cantando por los escenarios de España, como lo hizo el año pasado en La Laboral con el aforo al completo, convocando posiblemente a buena parte del mismo público que lo escuchaba hace medio siglo. De él ha llegado a decir Carlos Marzal, el magnífico poeta –valenciano como Paco-, que teniendo en cuenta lo que su voz quebrada ha hecho por la poesía en este país  a lo largo de tantos años, muy superior a lo que puedan haber logrado editoriales, cátedras y poetas, Francisco Ibáñez Gorostidi bien podría merecer el Premio Cervantes. Lo obtendría, en este caso, no por su obra escrita, sino por dar voz y música a la poesía española e iberoamericana.

Fue algunos años antes de que los jóvenes del ateneo gijonés lo estrenáramos en nuestros recitales cuando Paco realizó su primera grabación. El disco data de 1964 y contiene una selección de poemas de Góngora y García Lorca. Aquello fue el inicio de una larga carrera que muy pronto cumplirá sesenta años y ante la que parece que nuestras autoridades progres muestran una glacial indiferencia.

Si la voz inconfundible de Ibáñez en los años sesenta y setenta del pasado siglo, musicando la voz de los poetas enterrados en los libros o el silencio, fue todo un estímulo vital y libertario para quienes pretendíamos aliviarnos de aquel tedioso oscurantismo, su permanencia aún en nuestros escenarios, rota y fiel a su origen, no deberían caer en el olvido. Él, con otros cantautores, hizo tanto por la poesía como nunca se hizo y puede que no se vuelva a hacer.

*Artículo publicado hoy en MiGijón

     DdA,XVII/4913     

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