Félix Población
Antes de que al Sporting se le
llegara a llamar matagigantes por sus éxitos deportivos en los enfrentamientos
futbolísticos con los grandes clubes de primera división, y mucho antes también
de que el fútbol se convirtiera en ese gran y turbio negocio que mueve miles de
millones de euros y enfervoriza mediáticamente a las masas -a veces hasta el
ridículo y no pocas hasta la violencia o una mezcla de ambos-, el que ahora es
uno de los más potentados clubes del mundo viajaba en el autobús de la imagen
teniendo como destino esta histórica villa.
La fotografía, aportada por
Carlos Merediz, está fechada en el año 1933 y la competición deportiva es la
que, como corresponde a la época, se llamaba Copa del Presidente de la
República, en sustitución de la anterior y actual Copa del Rey, y la que en
1931 se empezó por nombrar Copa de España, según me apunta mi amigo Goti del
Sol, socio histórico en activo del no menos histórico club de fútbol local,
casi desde los mismos tiempos en que lo fue el autor de estas recordaciones.
Se remonta mi “militancia
infantil” a los primeros años sesenta, cuando el club rojiblanco no pasaba muy
buena racha en segunda división, si bien había tardes en las que el equipo
deleitaba al respetable con algún que otro partido exitoso y unos cuantos goles
de un delantero vasco llamado Solabarrieta, muy querido por la afición por su fructífera
y a veces inverosímil capacidad de remate. Con todo, lo habitual no eran los
resultados favorables. Hubo alguna temporada en la que el Sporting estuvo a
punto de bajar de categoría.
Los expertos sabrán, pero tengo
en mi memoria, con motivo también de una competición copera, que aquel Sporting
se enfrentó en una ocasión con el Real Madrid y que con el estadio a tope de
ánimos y público no tuvo, obviamente, nada que hacer. Más que lo ocurrido en el
campo, lo que recuerdo de aquella visita fue mi necesidad de acudir a la puerta
del Hotel Hernán Cortés para ver entrar o salir a los afamados futbolistas merengues
de paso hacia al autocar. De entre todos, recuerdo como más cercano a un jovencísimo Pirri, que
formaba línea media con Zoco, marido de la avilesina María Ostiz, a la que una
vez vi cantar No sabes lo que sufrí
en El Jardín de La Pipa.
Por aquella década, el Hernán
Cortés era un hotel de lujo y distancia para los comunes, y la tangible y efímera
proximidad de unos futbolistas con renombre internacional, tan elegantemente peinados
y trajeados, me hizo recapacitar en que lo mío, por más que diera patadas al
balón en el arenal de San Lorenzo, estaba muy lejos de aspirar a esa gloria.
Supuso una suerte de baño de realidad confuso y desasosegante que mermó mi
entusiasmo por el fútbol descalzo y también por el que sentía en la grada de
estadio del Piles.
Entre los curiosos que se
dieron cita un domingo de 1933 a las puertas del hotel Savoy, en la calle
Corrida, que luego con la dictadura se llamó Saboya por aquello del españolismo
en el que se gestó y crió la dictadura, podemos ver a algunos muchachos que esperaban
la salida de los futbolistas del Madrid, antes de encajarle cinco goles al
equipo rojiblanco en El Molinón. Es probable que entre ellos hubiese aspirantes
a la gloria futbolística, entonces mucho más modesta. Incluso, que alguno
compartiera mi desencanto reflexivo tres
décadas antes.
En todo caso, el primer mocerío
de aquellos chavales supondría una quiebra absoluta de sueños mucho más
necesarios. Sus vidas no crecieron en cultura y libertad porque las secuestró
una guerra y un largo tiempo de silencio, cuya estela de sombra también nos
tocó y toca.
*MiGijón.com DdA, XVII/4897
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