lunes, 26 de julio de 2021

SIRIO CON GATERA

 


Lazarillo

Desde hace unos cuantos días, Sirio hace por primera vez uso de la intemperie en libertad. Antes de que esto ocurriera, el gato hizo notar su deseo con una paciente y obsesiva mirada a la gatera de la casa, por donde un día de su primera mocedad atisbó receloso la presencia de un congénere. Creíamos que su postura vigilante y atención hipnótica sobre ese punto de la puerta obedecía a ese lejano y acaso traumático recuerdo de su juventud, pero visto el uso que está haciendo de la gatera, a su libre albedrío, estamos por afirmar que con su actitud nos estaba indicando la necesidad de sentirse libre, algo de lo que no disfrutó en la primera ocasión. Una vez conseguido su objetivo, apreciamos cada mañana su prevención al asomarse y otear el panorama que se respira en el exterior de la casa, bajo el emparrado del patio. Una vez reconocido, entra y sale con una naturalidad de la que disfrutamos  posiblemente nosotros más que él, reconociendo racionalmente lo que Sirio solo instintivamente está viviendo: el miedo y el gozo de la libertad. Eso es lo que representa esa gatera por la que se asoma con tanta prevención como júbilo ante un lugar donde solo se escucha la naturaleza y, muy de vez en cuando, el paso de un vehículo por la sinuosa y un tanto distante carretera comarcal. 



La jornada de su primer día campesino terminó, como cabía esperar de unos afanes libertarios recién experimentados, con la inverosímil escalada de Sirio a un tejado de pizarra próximo y en ostensible y ruinoso abandono,  sin que nada valieran nuestros ruegos para que  descendiera de allí, a pesar de la escalera portátil  que le tendimos para hacerle más fácil el trabajo. Lo hizo cuando le dio la real y gatuna gana, como cabe suponer y sin que nosotros lo viéramos, después de solazarse con la satisfacción de avistar el mundo desde una techumbre, por encima de nuestras cabezas. La pregunta que se nos plantea ahora queda al azar de los días vacacionales: permitir o no permitir que el gozo de la libertad le pueda al miedo, dejar a Sirio a su libre albedrío o evitar que su curiosidad asilvestrada pueda ocasionarle algún disgusto. Por el momento, sigue a su aire, haciendo suyo el pequeño entorno que pasea cada vez con más aplomo, frente a las visitas ocasionales de otros gatos e incluso de algún perro, cuya presencia revistió a Sirio de pequeño zorro por lo inusitadamente erizado de su cola. Más que la inquietud por su libertad, ya casi superada al cabo de una semana, debería empezar a preocuparnos su inevitable pesadumbre el día en que nos toque abandonar este lugar de la Asturias interior, tan ahondada en la memoria de este Lazarillo. La entenderemos y se añadirá -como cabe suponer- a la nuestra, que será mucha.

     DdA, XVII/4903     

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