Félix Población
El poblado de A Paicega
es uno de los cuatro que se construyeron para dar acogida y techo a los miles
de obreros que trabajaron en la construcción de la presa de Grandas de Salime.
A dos kilómetros de la pequeña localidad de Sanzo, se llega al lugar a través
de un camino de tierra, después de subir desde Pesoz, capital de uno de los
concejos más despoblados de Asturias. En la misma carretera que sube hasta
Sanzo se encuentra Cela, una aldea en la que solo vive una mujer octogenaria.
Suyos son la soledad y los amenos paisajes que se divisan desde lo alto los
días azules.
La presa fue una de las
faraónicas obras hidráulicas levantadas por la dictadura a mediados de los años
cuarenta. Dos lustros fueron necesarios para terminarla y en sus cuatro
poblados (A Paicega, el Campín del Segundo Plano, Vistalegre y
Eritaña) se alojó a un número de trabajadores que superó
los 3.500, según algunas referencias. Los obreros vinieron de distintas partes
del país en una época en que las penurias de todo tipo, propias de la
posguerra, afectaban a la mayoría de la población.
Desde La Paicega, entre las
ruinas del poblado comidas por la vegetación, se tiene una perspectiva
impresionante del agua del río Navia embalsada entre las montañas, algo que ya
de por sí hace fructífero el esfuerzo de llegar hasta allí y poder apreciar,
como el menos ruinoso de sus edificios, la iglesia levantada para que no
faltase el culto religioso en una comunidad distribuida en una serie de
pabellones con un total de tres viviendas cada uno, además de un
pabellón-residencia. No faltaban en el poblado un economato, una peluquería,
almacenes, panadería, sendas escuelas para niños y niñas, cantina y un cuartel
de la Guardia Civil.
Todo esto consta en el
cartel explicativo que podemos leer en el lugar, cuya autoría corresponde al
Parque Histórico de Navia, una fundación creada hace poco más de quince años,
gracias al acuerdo firmado por el presidente del Principado de Asturias y los
alcaldes de los municipios que integran la comarca. La fundación se define como
un producto cultural y turístico, basado en la explotación conjunta de los
recursos ubicados en algunos concejos del suroccidente.
Levantada sobre el río
Navia, previa desecación de su lecho y el desvío de su curso mediante la
excavación de un túnel de más de 30.000 metros cúbicos y su revestimiento con
casi 12.000 metros cúbicos de hormigón, si se les pregunta a los lugareños de
Pesoz o Sanzo, habrá quienes les hablen de los presos de la
dictadura fallecidos durante la construcción de la presa. En la propia capital
del concejo hay una fosa olvidada en el cementerio para esas víctimas, según se
me informó, de las que apenas hay referencias en la mayoría de los resúmenes
que aparecen en internet sobre la construcción del embalse. Tampoco se sabe el
número de trabajadores forzados que hubo ni cuántos no salieron de esos
poblados con vida.
La memoria oral, ya desgraciadamente
ausente porque se apagó para siempre la voz de quienes vivieron de cerca esa
intrahistoria silenciada, contó en su día que la mayoría de los presos
procedían de Andalucía y que algunos quedaron enterrados en el propio cemento
de la presa. Reconforta saber que en los últimos años hay ya investigadores
ocupados en estudiar ese capítulo oscuro, que como en otras obras hidráulicas del
país construidas durante la dictadura contó con la mano de obra explotada de
quienes se enfrentaron al franquismo. Era así como pagaban con su trabajo esclavo
la redención de sus penas, según la terminología propia del viejo régimen.
En algunas presas ya consta
explícitamente esa memoria histórica silenciada que la Fundación Parque
Histórico de Navia sigue ocultando a quienes visitan los poblados de Salime. Han pasado muchos años y esa omisión es por
eso mucho más sangrante.
MiGijón. com DdA, XVII/4905
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