Alberto Vila
La comunicación
pública en este país se caracteriza por la búsqueda de justificaciones
imposibles por las prácticas más inaceptables de la dictadura franquista que
aún se aplican actualmente.
El organismo social de España viene soportando desde los tiempos surgidos
de la Transición una contaminación informativa, repleta de ocultamientos y
falsedades, que produjo sucesivas enfermedades. La mayoría, dependiendo de la
corrupción heredada del franquismo. A esta contaminación se la puede hoy
llamar “Infodemia”. El exceso de esta información
produce una saturación del mecanismo de procesamiento de la comprensión que le
llega a los destinatarios. A la vez, ofrece una escasa información útil para
que el individuo pueda aplicar en los procesos de asimilación que activan sus
conductas. Las usinas de mentiras, fakes. Los falsos analistas. Los mercenarios
de la palabra. Todos, a la vez, impactan sobre las personas y las inoculan con
todos los tipos de miedos y desconciertos. Lo que el maestro Eco llamaba “la Máquina del Fango”. Tienen una idea
mezquina del bien común y de la solidaridad. Sólo protegen la avaricia infinita
de sus amos y los intereses de sus grupos.
Esta crisis sanitaria es una ocasión apropiada para exigir información
fidedigna de fuentes solventes. Opiniones de especialistas y científicos que
trabajan en epidemiología o infectología. Debe evitarse que sigan practicando
el Infontainament. Hacer pedagogía para eludir el
bombardeo tóxico de las fakes que circulan en las Redes Sociales. Al
tratamiento de las noticias como un espectáculo se las ha llamado así. El
término indica que lo sensacional sustituye a la información veraz. La mayoría
de los presuntos programas de radio y televisión del país lo practican. Acaban
de eliminar la continuidad del programa de TV1 “Las Cosas Claras”. Para ello
fue necesaria la complicidad de la abstención del PSOE en la junta de la
corporación pública. Se procura el ocultamiento bajo la premisa de que lo que
no se publica no ocurre. El espacio de Jesús Cintora será sustituido por
programas “no políticos”.
El término “infodemia” se hará
familliar en los titulares mediáticos, y en el relato periodístico, en relación
con la alerta de la Organización Mundial de la Salud. Según lo explica la
propia Organización, la voz inglesa “infodemic”, que
es la voz original que emplea, se refiere a una sobreabundancia de información,
alguna rigurosa y otra no, que hace que para las personas sea difícil encontrar
recursos fidedignos y una guía de confianza cuando la necesitan. En
castellano, se ha traducido por “infodemia”,
voz morfológicamente bien formada, que en el contexto de las noticias sobre el
coronavirus se emplea con relación a la gran cantidad de información que hay
sobre el tema, mucha de la cual son bulos o rumores, por lo que vendría a equivaler
a “una epidemia nociva de rumores que se generan durante los brotes”. Con este
mismo sentido la OMS ya lo lleva empleando unos años.
Debe evitarse el hacerse eco de los comentarios apocalípticos o infundados.
Hacerlo es permitir la expansión de la infodemia que
complica el trabajo de los gestores de la crisis o de la gestión para la
efectiva recuperación socioeconómica de nuestra sociedad. Como son los casos de
los filibusteros políticos, económicos o religiosos, que pretenden capitalizar
esta situación en beneficio de sus intereses. El coronavirus nos está
mostrando lo mejor y lo peor de la Sociedad Humana.
Al mismo tiempo, en estos momentos en los que la monarquía hace gala de su
escasa utilidad como institución ejemplar, sus actos nos disuaden que sea un
referente ético. Como resultado de su fracaso, sus defensores nos cubren de
ilegítimas operaciones de infodemia, basadas
en las mentiras y las medias verdades, con el único propósito de rescatarla de
su perdición.
Las personas
deben estar alertas.
La última hora DdA, XVII/4888
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