jueves, 3 de junio de 2021

SOBRE NAOMI OSAKA: MEJOR CALLADO, RAFA NADAL


Gerardo Tecé

Quienes hemos intimado con el monstruo de la ansiedad sabemos cómo se las gasta. Cómo funcionan sus retorcidas extorsiones, sus chantajes, sus agresiones. El protocolo del parásito suele ser siempre el mismo. El asunto consiste en agarrarse a un cuerpo aparentemente sano para someterlo a un doble castigo: tener que luchar contra eso que arde por dentro, paralizando el fluir normal de la vida y, de propina, tener que justificar lo que el monstruo provoca frente a un exterior reticente a entender lo que no puede verse. Convertir al entorno social en extensión de sus tentáculos vía incomprensión es, de hecho, una de sus jugadas maestras.

El parásito se ha agarrado a Naomi Osaka, estrella japonesa del tenis femenino que, en plena forma física con 23 años, ha tenido que hacer las maletas y largarse de Roland Garros tras vencer en su primer partido. Osaka partía como una de las favoritas del torneo, pero eso no importa. Lo que sea, incluso renunciar al logro profesional duramente trabajado antes que sufrir el horrible y absurdo pico de ansiedad que le suponía tener que sentarse frente a los periodistas en unas ruedas de prensa obligatorias. El parásito, además de retorcido, es muy eficaz. Siempre ofrece un servicio personalizado y a medida del cliente, centrándose en el ámbito en el que más estropicio pueda causar. En el caso de Osaka, las ruedas de prensa, imprescindibles para ejercer su oficio. En otros casos, subirse a un autobús, salir a la calle, presentarse a un examen, quedarse solo en casa… El catálogo es amplio y hay para todos y todas.

Si uno observa ruedas de prensa recientes de Naomi Osaka sabiendo, como sabemos ahora, que el monstruo habitaba en ella, puede percibirlo. Son sus manos siempre entrelazadas tratando de contenerlo. Son sus respuestas a los periodistas con la mirada clavada en un punto fijo de una mesa de la que no levanta la vista. Un sufrimiento que no se puede detectar a no ser que el huésped del parásito, con valentía, lo cuente. Osaka lo ha hecho. Una primera victoria que le allanará el camino hasta la victoria final: dejar atrás un problema que tiene arreglo. No ganará sin dificultades. La principal suele ser la falta de apoyo y comprensión del entorno. Aunque la mayoría de compañeros de oficio y seguidores del juego han tenido la capacidad de entender los problemas de la tenista y su valentía al sincerarse –podía haberse inventado una dolencia de espalda y adiós muy buenas–, hay quien la responsabiliza y culpa por sus dolencias mentales. Los tentáculos externos del monstruo. El abanderado de esta incomprensión ha sido tristemente el español Rafa Nadal y su entorno. Preguntado el tenista mallorquín por la decisión de su compañera de abandonar el torneo, el gran tenista, pero dudoso compañero, desaprovechó la ocasión de quedarse callado y decidió responder. Le explicó Rafa a Naomi que las ruedas de prensa son importantes, que los deportistas de élite se deben a los medios. Quizá tenía buena intención Rafa. Quizá pensaba que la número 2 del mundo desconocía la necesaria relación entre deportistas y medios. O quizá pensaba Nadal, cuando dijo esto, que las lesiones mentales no son para tanto. No son lesiones reales, no inhabilitan, no son excusa para salirse del camino del éxito, que diría uno de esos gurús de la filosofía de los veinte duros que tanto daño, monstruos, incomprensión y estupidez generan a diario en la sociedad. No me imagino a nadie explicándole a Nadal, tras comunicar sus recientes lesiones articulares, que la rodilla es importante para un deportista de élite, que debería tener eso claro. No me imagino a nadie culpando a Nadal por una lesión de rodilla tan inevitable como una lesión mental. Al contrario que el KIA, debería saberlo Rafa, la mente de las personas no tiene años de garantía. 

Por si Nadal no se hubiera manchado lo suficiente –más que cuando se deja caer en la tierra batida tras el punto vencedor–, su tío Toni, gran filósofo en lo deportivo y nefasto en la vida real, ha decidido ahondar en esta vergonzosa culpabilización de la enfermedad en una columna que, incomprensiblemente, El País ha decidido publicar, estigmatizando así a quienes padecen cualquier problema psicológico. “Su postura era muy retadora viniendo de alguien que estaba sufriendo problemas emocionales”, opina Toni, doctor en Psicología por la Universidad de la Vida. Poniendo en duda, como su sobrino, la legitimidad de una decisión que parecía haberse tomado para fastidiar al clan de Manacor. No se quedó ahí. “Es cuando menos sorprendente que la angustia le devenga ante los periodistas en mayor medida que ante sus contrincantes”. Por si quedaban dudas sobre las zancadillas que a veces pueden rodear un problema psicológico, Toni Nadal se esmeró en poner un gran ejemplo.

No hagan caso de los vendedores de teorías baratas, ni de los clanes de nadales que abundan en la vida cuando las cosas les vienen mal dadas a otros que no son ellos. Tampoco se enfaden porque no suele ser maldad, sino falta de capacidad de comprensión, un problema de la mente, este sí, de difícil arreglo. No hagan caso de quienes opinan que el cerebro no sufre esguinces, roturas y desgarros. No tengan problema en hablarlo. Y pidan ayuda. Busquen lugares seguros donde puedan entenderlos. Busquen a quienes, al contrario que Toni Nadal, sí se han formado profesionalmente en los problemas de la mente. Y exijan. Exijan una sanidad pública que se tome en serio la salud mental. Sepan que se sale. Que la ansiedad es una putada que se puede controlar.

           CTXT DdA, XVII/4865         

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