“El romántico no tiene ni idea de política, se adapta a la
idea del momento; el burgués se dice apolítico, pero eso demuestra su posición
en contra ante quien hace política en ese momento”.
Cuando Durán deja la escena con nuestras respiraciones
agitadas, la lámpara que hará de mesa para una cena muy particular va bajando
del techo. En las pantallas aparecerán Schwarzenegger y Gamal Abel Nasser, el
uno hablando de las oportunidades que ofrece América, el otro del absurdo que
supondría imponer el velo para las mujeres. Ese tipo de intermezzos se
repetirán de vez en cuando y te hundirán más en la trama bajo la apariencia de
contenido light.
En la cena, los Reagan, Guillermo Toledo y Natalia
Hernández, Tatcher, María Morales, Boris Yeltsin, de nuevo Durán, Juan Pablo
II, Paco Ochoa, y una mujer árabe, Alba flores, plasmarán entre la sátira y el
documental, la revolución conservadora y la revolución islámica. El público ríe
con los chistes de Reagan dejándose contagiar por ese tono jocoso del americano
poderoso. Esas risas en el patio de butacas son la reciprocidad del pueblo y el
beneplácito ante los que abusan del poder, el teatro va mucho más allá de las
tablas.
Al término de todos los discursos, el plató central empieza
a girar, al ritmo de una música constante y percusiva, una especie de leitmotiv que
se repetirá en los momentos en los que los peces gordos hacen sus tejemanejes.
Como en una especie de baile ritualesco, los personajes giran como embebidos en
un trance, mientras se desploman ante disparos que suenan escalonadamente sin
dejar de levantarse poco después para seguir girando. Flores acaba sola,
hablando del conflicto palestino en Sabra y Chatila. Los gritos desgarradores
al inicio de su texto erizan el vello y nos ponen alerta, preparados para
escuchar lo que el dolor de esa voz va a contarnos.
“Las fotografías no captan las moscas”
Le llega el turno a China, con los conflictos de Beijing, y el posterior discurso populista de Reagan que acompaña una flauta medio desafinada que toca su mujer, probablemente para remarcar la falsedad de la disertación. La crisis constitucional rusa la explica Yeltsin con su doble, Juan Vinuesa, dándose tales bofetadas que aún puede percibirse el rojo de sus irritadas mejillas en escenas posteriores. El primer acto de la obra termina con la sala llena de humo que el derrumbamiento de las Torres Gemelas, expuesto en las pantallas laterales, deja su paso.
El segundo acto se centra en la guerra de Irak, entrando en
escena José María Aznar, con su peculiar ironía de graciosillo que tan bien
representa Vinuesa, y Bush, Toledo. El cuadro dramático refleja, desde el
meta-teatro, la implicación española en el conflicto bélico, y un pequeño guiño
a esa foto de Aznar con los pies encima de la mesa del rancho de Texas. Las
mujeres de ambos políticos se muestran pasivas, bien dormidas o bien haciendo
de tontas.
Además de eso, el acto segundo deja espacio sobre todo para
plasmar el sufrimiento social, particularmente con el asesinato del cámara José
Couso, en Bagdad, y Yamila, una mujer torturada por los soldados
estadounidenses en Abu Ghraib. El testimonio de Olga Rodríguez sobre el primer
incidente nos lo narra María Morales, llevándonos al Hotel Palestina y
contagiándonos la inestabilidad que se vivía en aquella situación. El dolor de
Yamila también lo representa ejemplarmente por Morales mientras el resto del
elenco nos pone la carne de gallina mostrándonos las brutales torturas
ejercidas por los militares. El plató central no ha dejado de girar en las escenas
más crudas, para dejar que todos los espectadores tengan el mismo punto de
vista sobre lo que se representa.
“No pasa nada y el mundo sigue girando”
A lo largo del espectáculo es de valorar la intensa labor de documentación por parte de todo el elenco, porque no es fácil, primero el hecho de ponerse en la piel de tantos personajes como los que representan los actores y actrices, y después, por hacer ese barrido en el tiempo que realmente es capaz de dejar en shock. Por no hablar de las más de tres horas de espectáculo que se marca el elenco con un descanso de apenas quince minutos.
Una vez más, Lima lleva a escena una obra que va mucho más
allá de las tablas, que pretende educar, hacer reflexionar, en este caso sobre
la sociedad capitalista y el boom neoliberal de nuestros días. El teatro es
memoria, y con él también se lucha para recordar lo que pasó no hace tanto.
Podemos ser mejores y, contra el olvido, merece la pena este pequeño shock
histórico, social, que enseña a vivir y que estuvo en el Teatro Valle Inclán
hasta el pasado domingo
EQUIPO
Texto
Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga, (basado en hechos reales y textos de Olga Rodríguez y Alba Sotorra). Dramaturgia: Albert Boronat y Andrés Lima. Dirección: Andrés Lima
Reparto
Antonio Durán «Morris» (Carl Smith, Dick Cheney, Boris
Yeltsin, Director de teatro, Soldado de la Marina Española), Alba
Flores(Mujer árabe, Minal, Periodista, Corista, Cabo H. H y Coro), Natalia
Hernández (Marta Sánchez, Ana Botella, Dorothy, Comandante Arian, Joyce
Rumsfeld, Soldado Sabrina, Nancy Reagan y Coro), María Morales (Laura
Bush, Lynne Cheney, Yamila, Margaret Thatcher, Olga Rodríguez, Corista,
Sargento J. P. K. y Coro), Paco Ochoa (Víctor Gao, Tony Blair, Donald
Rumsfeld, Soldado de la Marina Española, Wojtyla y Coro), Guillermo
Toledo (Osama Bin Laden, George Bush padre, George Bush Jr., Ronald
Reagan, General Miller y Coro) y Juan Vinuesa (José María Aznar,
Yaser, Boris Yeltsin, Periodista, Soldado de la Marina Española, Soldado H. y
Coro)
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