domingo, 27 de junio de 2021

PABLO IGLESIAS SIN COLETA, CON UN LIBRO DE VALLÍN Y DOS TESIS DESDE HOLLYWOOD


Celso Miranda

La primera (y creo que última) foto de Pablo Iglesias hecha pública tras su vertiginosa salida de la primera línea de la política y de la primerísima línea de la sobreexposición mediática (del linchamiento y el escarnio mediáticos, diría yo) puede que de pistas de qué esté haciendo ahora. Algunas novelas (y películas) del género negro nos indican que, en ocasiones, la pista que no se sigue es la que está a la vista de todo el mundo, la más evidente. Y es que Pablo aparece leyendo el libro de Pedro (Pedro Vallín), un brillantísimo ensayo, provocador, divertido y, me veo obligado a decirlo, también un tanto tramposo, por la parte que me toca. No voy a hacerle un spoiler al bueno de Pedro, aunque se lo merezca. Sólo decir que construye toda su tesis en base a una conversación de café que tuvimos allá por el año 1998, cuando ambos ejercíamos profesionalmente como personajes quijotescos: yo, como concejal de oposición a Gabino de Lorenzo y él, como periodista de investigación local, género hoy desaparecido. De aquella época, por cierto, queda registro no ya en las hemerotecas, sino en el espléndido y descacharrante volumen "El gabinismo contado a nuestros hijos", de David Remartínez y Gonzálo Díaz-Rubín, con prólogo del propio Vallín. Retomo el hilo: que el autor de "¡Me cago en Godard!", que va ya por su tercera edición, se dedica a rebatir mi tesis marxista sobre la hegemonía del pensamiento imperialista estadounidense a través del cine, al parecer mayoritaria entre la crítica europea, construyendo otra tesis sobre el pensamiento progresista de Hollywood a través de múltiples y celebrados ejemplos cinematográficos. Claro, obvia el amigo Pedro la ingente producción que no cita. No puedo competir con la brillantez de su pluma, su enciclopédica sabiduría cinematográfica ni su capacidad editorial, así que me consuelo con esta humilde entrada en mi Facebook. Tocado, pero no hundido en nuestra dialéctica a lo largo de los años, tendré que tomar otro café (o, mejor, compartir mesa, mantel y sobremesa) con mi amigo Pedro Vallín, de Colunga por más señas, profesional de merecido y reconocido prestigio, para revisar nuestras tesis sobre la hegemonía cultural. De momento, le doy tablas. Pablo Iglesias, y los lectores de este ensayo, tendrán en sus manos una buena guía para pasarse horas y horas de evasión (y reflexión, claro) frente a la pantalla.

DdA, XVII/4887

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