viernes, 25 de junio de 2021

LA VENGANZA DE LOS PERSAS


Vicente Bernaldo de Quirós

Si el aleteo de una mariposa es capaz de originar una onda expansiva en la otra cara del globo terráqueo, imaginaros lo que sucederá con un movimiento torpe del hipopótamo. Esta hecatombe que propiciaría este mamífero artodáctilo es muy similar a la que provocó el ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump con su decisión unilateral de derogar el pacto nuclear con Irán y suscrito también por otros países.
   Cuentan los zoólogos que el hipopótamo es uno de los animales que más muertos produce entre los seres humanos, a pesar del aspecto bonancible de este hervíboro que se pasa la mitad de su vida en el agua. Otro animal parecido que fue conocido como el loco pelirrojo y que arrastró al fallecimiento a gran cantidad de ciudadanos por sus constantes obsesiones, muy propias de los más tenaces de los rumiantes.
   Pues Trump creyó que todo el monte era orégano y decidió romper el acuerdo con Irán para tratar de presionar a un país considerado enemigo por los Estados Unidos...y le salió el tiro por la culata, aunque persiste la política de sanciones contra el régimen de Teherán.
   Sostengo lo del tiro por la culata porque el Gobierno persa se ha visto aliviado en sus compromisos nucleares y ha decidido no hacerle caso ni a Estados Unidos ni a un nuevo compromiso con el actual presidente Joe Biden y los líderes de la Unión Europea y ha considerado que, ya que Trump les dio la oportunidad, ahora serán ellos los que impongan condiciones, lo que provoca resquemores entre algunas naciones europeas.
   Los persas tienen una mochila histórica de muchos siglos, incluso de antes de Cristo, que se remonta a Jerjes y a su hijo Artajerjes, primer rey de Babilonia, mientras que Estados Unidos es un país muy reciente, digamos que es un yogurín con muy malas artes como los delincuentes juveniles, que se metió en el avispero de Irán, gracias a que Israel no estaba de acuerdo con el pacto nuclear, porque su objetivo básico es destruir al régimen de los ayatolás y se conjuró con Donald Trump  y lo más cerril de la diplomacia para derrocar el pacto nuclear, que era del gusto de Barcak Obama y la Unión Europea.
   Afortunadamente para el mundo, Trump ya no está al mando de la nación más poderosa del planeta, pero Biden, quizá por su condición de casi octogenario, no ha tenido aún la cintura para abordar el asunto con garantías, a pesar de que sus primeras decisiones como mandatario lo fueron para deshacer los entuertos de su antecesor.
   Y ahora las cosas se ponen peor porque también en Irán ha habido cambio de primer ministro y el supuestamente moderno Rohani ha sido sustituido por el duro Ebrahim Raisi, que es tildado de ultraconservador, aunque este término en el país de los persas no tiene la misma connotación que en Europa, ya que sus integrantes suelen ser proclives a las mejoras sociales de los ciudadanos.
   En su día, Irán tuvo la quimérica idea de detener a Donald Trump, pero como es imposible, prefirió poner al frente del país a un tipo que no se anda con chiqutas en sus relaciones con el país de las barras y las estrellas, que aún se siente humillado por la toma de la embajada estadounidense en Teherán en 1976 y aún no le perdona a los clérigos que hubieran secundado a los Guardianes de la Revolución. En este resentimiento USA parece estar el origen de las sanciones y de la inquina de Trump y los republicanos contra Irán.
   La venganza, según los que saben, es un plato que se sirve frío y los persas han sabido jugar con ese sentimiento humano para ganar una batalla ideológica. Es una pena que no se alcance un acuerdo universal para poner fin a las armas nucleares (lógicamente las de Israel también) y poner muros a los peligros de este tipo de armamento que tiene en vilo al mundo. Pero, claro, hay que ofrecer contrapartidas.

     DdA, XVII/4886     

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