miércoles, 23 de junio de 2021

LA IMPUNIDAD DE CÁRTEL DE LA BANCA


Lazarillo

Los grandes bancos ganaron cerca de ocho mil millonesde euros en el primer trimestre del año en curso por las menores dotaciones para hacer frente a la pandemia y el impacto contable positivo de la fusión llevada a cabo entre CaixaBank y Bankia, leemos en los periódicos. Hay actualmente 19.000 puestos de trabajo en el aire en esas entidades, dado que según sus directivos el auge de la banca digital que ellos mismos han fomentado para acumular más beneficios ha traído consigo el descenso de actividad en las sucursales. Los banqueros han esperado a que la pandemia remitiese para hacer público esos recortes en las plantillas. Conviene tener en cuenta estos datos pues vivimos en los esperanzadores  días en que gobierna por primera vez en España desde la segunda República una coalición progresista, mientras las empresas eléctricas nos asaltan con el recibo de la luz. A modo de ilustración sobre las "herramientas" que la banca utiliza para repartir millones entre sus gestores, no me resisto a transcribir el texto que con carácter viral circula por las redes, en el que un director bancario visita una carnicería.  Acompaño esa graciosa y aguda sátira con el artículo que Quim Monzó (Con toda impunidad) publicó ayer en el diario La Vanguardia. Ambos se complementan. Dice la primera:

“Hoy ha venido a comprar a mi carnicería el director de mi banco. Primero le he hecho esperar en una silla unos veinte minutos mientras tanto yo hacía otras cosas. Cuando me ha parecido le he preguntado qué quería, a lo que me ha respondido que unas hamburguesas. Yo le he dicho que las hamburguesas ahora SÓLO las vendemos los viernes has las 10:30h. En vista de ello me ha pedido un pollo troceado. Yo le he dado el pollo y el cuchillo, y le he dicho que se lo tenía que cortar él. Como era de esperar, me ha contestado que él no lo sabía hacer y que era mi trabajo. Mi respuesta ha sido que por tratarse de la primera vez le ayudaría, pero que en lo sucesivo lo debería hacer él solito. Están disponibles en la página web y en la app las instrucciones de cómo hacerlo. Entonces me ha dicho que quería hablar con el encargado, y mi respuesta ha sido que si no pedía cita previa sería del todo imposible. Al final, se ha llevado el pollo troceado y una morcilla, de modo que yo le he cobrado el pollo, la morcilla, más la correspondiente Comisión de Mantenimiento por el corte del pollo y por la atención prestada ya que no tiene la cuenta ENTRECOT MASTER GOLD. Tu carnicería siempre contigo”.

Dice Monzó:

"La última denuncia ante la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia por el pacto encubierto entre entidades bancarias con el fin de restringir el servicio presencial a sus clientes la ha interpuesto la Confe­deración Intersindical Gallega (CIG). Digo yo que será la última porque presupongo que antes deben de haberse presentado muchas otras. No puede ser la primera. Según la CIG, con ese pacto lo que los bancos quieren (y consiguen) es obligar a sus clientes a ir a los cajeros automáticos o utilizar la banca online. Sobre todo, la banca online, porque los cajeros automáticos también los eliminan cada vez más.

Según la CIG, las restricciones de acceso a las sucursales se han implantado prácticamente al unísono, y con los mismos horarios: de 8 a 11 de la mañana. Según esos sindicalistas, se trata de la restricción de un servicio que las legislaciones española y europea consideran básico y que sigue siéndolo para aquellos segmentos de la población que –por los motivos que sea– tienen dificultades para hacer uso de las todavía llamadas “nuevas tecnologías”. Todos esos recortes de servicios dan paso a una brillante pirueta final: los bancos los utilizan como coartada para redactar informes supuestamente técnicos que tienen como objetivo justificar los expedientes colectivos de despido, gracias a los cuales echan a la calle a los trabajadores que antes estaban en las sucursales. Jugada maestra y pactada.

En el diccionario hay una palabra interesante: cártel. Viene del inglés cartel, que a su vez viene del alemán Kartell, tomado del italiano cartello, que significa “etiqueta, tarjeta” y que deriva del latín charta, “papel”. Pues bien, dejando de lado toda esta etimología divulgativa, un cártel es un “acuerdo limitado entre varias empresas, las cuales, a pesar de conservar su independencia técnica, económica y financiera, deciden pactar con el fin de evitar o disminuir la competencia mutua”. Si ahora concursara en Un, dos, tres... responda otra vez y Mayra Gómez Kemp me pidiera nombres de cárteles, los primeros que me vendrían a la cabeza serían el de Cali y el de Medellín, y luego ya vendría el bancario".

   DdA, XVII/4884   

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