Félix Población
Revisando
fotografías de algunos de los senderos que por querencia al ubérrimo paisaje de
Asturias hice por esta región, una de las más privilegiadas de España por su admirable y
más que respetable patrimonio natural -para el que toda protección es poca y
creo que sigue siendo poca- , me
encontré días atrás con la que motiva este artículo, y para la que no me he
resistido a buscar la correspondiente ilustración musical.
Se podría pensar
que esa cascada de un riachuelo de Asturias ofrece tan poca corriente de agua
porque la imagen está tomada más cerca del verano, o en el verano mismo, que del
mes de abril, aguas mil, pero no. Puedo asegurar que el agua que la dota de tan
refrescante fotogenia es el de los días primaverales, aunque parezca inverosímil
en tierras del norte.
La ruta, situada en
el concejo de Villaviciosa, parte de Valbucar y llega hasta Buslaz, y está
salpicada por una serie de viejos molinos harineros, cuyo ruinosos muros apenas
se perciben a distancia entre la maleza que los reviste. El de la fotografía se
llama Molín de la Peña. Solo uno hace referencia a un nombre personal, en este
caso de mujer, el Molín de Griselda, al que por eso mismo cabe dotar de mayor capacidad de evocación,
imaginando la posible personalidad de la molinera.
El itinerario
resulta bastante umbrío, por lo que es de agradecer en tiempo de canícula, y
también es de andadura llevadera y refrescante, pues discurre a la orilla del
río Profundo. Como el agua aquel mes de abril no tenía el caudal suficiente
como para competir en brío sonoro con el canto adelantado de los ruiseñores, la
ruta se me fijó en el recuerdo con la jubilosa banda sonora de los pájaros, a
la que hay que unir como contrapunto imaginador el sugestivo nombre de la
molinera.
Es sabido que el de
moler era un oficio duro. Requería un contacto continuado con el agua, en un
ambiente a la vez húmedo y polvoriento, que al cabo de los años derivaba en
muchas ocasiones en casos de neumoconiosis como enfermedad profesional, a
causa de la inhalación del polvo en suspensión procedente de la
molturacion del grano.
¡Cómo no escuchar,
en homenaje a la ignota Griselda del río Profundo, la canción Die schöne Müllerin (La bella molinera),
de Franz Schubert, a ser posible por el fallecido barítono, director de
orquesta y musicólogo alemán Dietrich Fischer-Dieskau (1925-2012), tan admirado
por mi recordado profesor de Latín del instituto Jovellanos, Francisco Vizoso,
a quien Gijón debe la memoria que no se la ha dado hasta ahora, pese a estar en
la de varias generaciones de estudiantes!
No sabemos si fue
hermosa la molinera Griselda, pero sí que su nombre me sonó a música en aquel río
de ruiseñores. Al escuchar a Fischer-Dieskau y ponerle así canto al recuerdo de
mi andadura por la Ruta de los Molinos, la audición me hizo retornar al
bachillerato y volver a sentir una sincera gratitud hacia quien me descubrió la
música.
El profesor Vizoso
dio con ello una de las mejores luces a mi vida. Gijón no debería seguir
manteniendo apagada la memoria de quien hizo de la docencia un vivero de
humanismo, cuando tanto estaba aún por arraigar y crecer en nosotros, y es
tanta su acuciante necesidad de siembra hoy en día.
Diario MiGijón DdA, XVII/4867
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