domingo, 6 de junio de 2021

LA MUJER DE FEDERICO*



Félix Población

Es de suponer que la esposa de Jiménez, cuya profesión desconozco, lo apoye profesionalmente porque además de estar unida al añejo locutor desde hace medio siglo, cuando se conocieron en la Universidad de Barcelona y su novio tiraba a rojillo, el periodismo de cloaca ejercido por su esposo desde los tiempos en que predicaba en la emisora de la obispalía le ha permitido escalar hasta hacerse amo y señor de un medio de comunicación propio, afincado en la extrema derecha. Un periodismo digno no contaría jamás con esas facilidades en España.

En el país donde muy pocas veces se ha condenado a Jiménez por sus infamias y donde hay jueces que apelan a la libertad de expresión cuando este individuo vierte amenazas de muerte, no tendremos oportunidad de leer o escuchar nunca una entrevista con María Prado para saber su opinión acerca de los insultos y denuestos marranos en que abunda su marido contra los miembros del actual gobierno. Ione Belarra, ministra de Asuntos Sociales, ha sido el último objetivo de su verborragia diarreica.

Después de aventurar no hace mucho fingimientos de orgasmo en la vida sexual de Yolanda Díaz y Mónica García, a Belarra la comparó con lo que los liberales decían de los carlistas, añadiendo al símil una coda machirula: "Animal de cresta roja que después de comulgado baja de la montaña y ataca al hombreLa ves y dices 'a que me muerde. Eso sí, se ha echado un novio jovencito y ya lo ha colocado. Hay que reconocer que no falla. Por sus parejas los conoceréis". 

Este tipo de depurados y sesudos análisis es lo que hace que Federico Jiménez aparezca de vez en cuando en las redes sociales y lo que le ha permitido contar con una cierta audiencia entre los sectores más reaccionarios de la sociedad española. Lleva así toda su vida matrimonial y, por suerte, nunca se ha encontrado enfrente a ningún profesional que se burlara de los orgasmos fingidos de su esposa o cuestionara los atributos de su masculinidad y lindeza. Dejando esto aparte, hay que reconocer como muy meritorio o propio de una mujer ajena a las excrecencias de un machismo infecto, convivir durante medio siglo con un ejemplar de esa catadura.

"Para que la democracia sea saludable, también tienen que serlo las palabras", acabo de leerle a mi estimada y admirada escritora Irene Vallejo. En este país llevamos demasiados años escuchando y leyendo vómitos biliosos, y eso también se está dejando notar, y mucho, tanto en la minada salud de nuestros medios de comunicación como en la de nuestra democracia.

*Publicado en La última hora

     DdA, XVII/4868     

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