jueves, 17 de junio de 2021

CUATRO MUERTES: WEIL, BENJAMIN, ZWEIG Y CELAN, Y UNA PROPUESTA TEATRAL

Aprovecho esta interesante nota de mi estimado Pablo Batalla Cueto, así como la no menos interesante propuesta hecha por X. López, para enlazarlas con la inminente publicación en la editorial Acantilado de los Diarios de Stefan Zweig.


Pablo Batalla 

Hay cuatro muertes prematuras y relacionadas (judíos durante, o a consecuencia de, la segunda guerra mundial) que me obsesionan de una manera curiosa: tengo la convicción de que compendian de algún modo una verdad sobre la condición humana, pero no acabo de ponerle nombre a cuál. Me refiero a la de Simone Weil y a los suicidios de Benjamin, Zweig y Celan. Cuatro muertes distintas. Mi adorada Weil, de tuberculosis agravada por su decisión de compartir las condiciones de vida de la Francia ocupada, que la llevó a no alimentarse lo suficiente. Benjamin, en Portbou, perseguido por la Gestapo y creyéndose sin escapatoria (aunque la hubiera tenido). Zweig, a salvo en Brasil, pero horrorizado por el avance de los nazis, que creía irreversible. Y Celan, atormentado por su tragedia familiar años después del final de la guerra. Ahí hay cuatro arquetipos de algo. Pero ya digo: no acabo de decidir de qué. La única intuición que llego a palpar es la siguiente: Weil representa la desgracia de la compasión. Benjamin, la desgracia de la desesperación. Zweig, la desgracia de la sensibilidad. Y Celan, la desgracia del recuerdo. Y todos ellos, la desgracia del origen y la de la inteligencia.

*«Quiero demasiado a Benjamin para proponer algo así, pero con Zweig me parecería curioso hacer una obrilla de teatro, o similares, de una escena anacrónica donde se va informando del avance de la situación de Europa a través de redes sociales tal y como existen ahora», me comenta X. López. Interesantísimo. Yo le replico con otro pensamiento rumiativo que me acomete. Solemos pensar de Zweig que se precipitó; que, si hubiera sabido que los nazis perderían, no se hubiera suicidado. Pero ¿y si pensó que los nazis bien podían perder, pero el mundo posbélico sería en cualquier caso un mundo irreversiblemente arruinado en lo material y lo moral, sin nada que ver con el «mundo de ayer» al que dedicó sus memorias, y en el que tampoco quería vivir.

DdA, XVII/4879

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