A la lluz escasa de los vencíos
semabes grana de cosmos en marzu.
Yo conocía
de marzu la infinitú del agua,
la fidelidá del aire a los barcos
de travesía, la blancura violeta
del Aramo... Tu, sabíes de la muerte,
el so roce de pluma.
Los dos
queríamos vivir.
José Argüelles
Me llega la noticia de la muerte de Xosé Bolado, uno de los autores destacados del primer Surdimientu, movimiento de renovación de la literatura en asturiano al que dedicó en 1989, además, una pionera antología. El editor Pepo Paz enviaba hace solo unos días un correo en el que anunciaba un próximo volumen con poemas de Bolado. Era este una persona afable, sensible y con una obra literaria valiosa tanto en asturiano como en castellano. Nacido en Oviedo en 1946 y muy vinculado a Gijón, en cuyo Ateneo Obrero dirigió la hermosa colección Deva, el también académico de la Llingua y profesor jubilado falleció en Madrid, donde concluyó su carrera como profesor. Atento y siempre cordial, me llamaba de vez en cuando para contarme sus proyectos. Sin su esmerada e infatigable labor investigadora, la imagen de una figura con tanto calado como la de Rosario Acuña sería hoy mucho más recortada e insuficiente. Hace algo más de un año contamos en LNE que Bolado donaba a Gijón su archivo privado sobre la relevante escritora y pensadora, el más completo hasta la fecha. Hablamos durante casi una hora por teléfono y quedamos en tomar un café a la primera ocasión. La pandemia impidió ese reencuentro aquí, en la ciudad que amaba, o en Madrid. Su fallecimiento deja una ausencia irreemplazable y supone una gran pérdida para la cultura asturiana. Nos deja numerosos trabajos literarios y filológicos, emprendidos siempre desde el rigor y el entusiasmo, así como un puñado de versos que nos hablarán siempre del talento y hondura del poeta. Y queda, asimismo, el recuerdo de su bonhomía humanista y el de un entregado amor a su tierra natal.
DdA, XVII/4853
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