martes, 4 de mayo de 2021

SHEILA BLANCO: EL CANTO ESPANTA EL MIEDO (LAS POETAS DEL 27)


Alicia Población Brel

Cuenta la pianista, cantante y compositora salmantina Sheila Blanco que fue a partir del documental sobre las Sin Sombrero de Tania Ballo cuando empezó a nacerle una curiosidad que acabaría inspirando el último disco que ha publicado, Cantando a las poetas del 27.

Con el contenido del álbum, Sheila Blanco pretende aportar su granito de arena, musicalizando algunos de los poemas de poetas como Carmen Conde o Margarita Ferreras. Poetas borradas injustamente de la historia y de los libros de texto. Ellas, dice, que tuvieron las mismas influencias que sus compañeros hombres, frecuentaron los mismos círculos literarios e incluso compartieron imprentas a la hora de publicar sus obras merecen ser enmarcadas en la misma Generación.

El pasado sábado 1 de mayo, la Sala Roja de los Teatros del Canal, se inundó de canto y versos. El auditorio estaba todo lo lleno que permitía el aforo de los tiempos pandémicos y acogía a un público entregado. Lo que Sheila nos tenía preparado como presentación de su disco no era un concierto tradicional. El espectáculo es un compendio bien hilado para contarnos toda una experiencia vital a través de unas mujeres cuyo denominador común es que fueron brillantes. Y se agradece que te cuenten, además de sus poemas, la historia de sus autoras y la vida que entrañan los versos.

El recital abrió boca con Josefina Romo Arregui y su poema Quiero besarte la risa, delicado y sencillo, como para ir despertando la emoción. Después vino Concha Méndez, cuyas memorias edita la editorial Renacimiento y cuyo poema Nadadora, con tan solo cuatro versos, eriza la piel por su profundidad. De Elisabeth Mulder escuchamos Roja, toda roja, recogido en su poemario Sinfonía en rojo, secuestrado por su marido al sentirse interpelado. Mulder, como muchas otras de su generación, se había casado por obligación, y la poesía era su forma de escape y expresión.

El poema de Margarita Ferreras Por la verde verde oliva, de su poemario Pez en el agua, recuerda indudablemente a su contemporáneo García Lorca. Nos sorprendieron en escena Soujung Youn y David Acero Delgado, interpretando la coreografía de danza flamenca de Malena Mexia. Tanto el baile como la voz de la salmantina dieron fuerza y cuerpo al poema de Ferreras, que empezó a calar hondo hacia la mitad del concierto. De Dolores Catarinéu, alumna de Juan Ramón Jiménez y Miguel Hernández, escuchamos Amor.

De Carmen Conde nos contaba Sheila que, a pesar de que su madre le había prohibido leer, tras ser diagnosticada por su médico como “la niña que leía demasiado”, fue la primera mujer académica, y en 1979 ingresó en la Real Academia Española. Durante la guerra decidió no exiliarse, pero vivió lo que se conoce como el exilio interior, reflejado en el poema En la tierra de nadie, con versos como “A donde voy es solo a mí, para tenerme”. Hacia el final sonó Primer exilio, de Ernestina de Champourcin, y un poema propio de Sheila, Pájaros negros, que habla del miedo y de cómo espantarlo.

El concierto del sábado fue un baño de verso y canto que caló profundo. Al término toda la sala se levantó y abrazó a Sheila con sus aplausos. Fue un recital sencillo, que no simple, íntimo, porque nos llegó a la raíz de la emoción pero, sobre todo, necesario, porque lo que hizo Sheila Blanco fue dar voz, en su canto, a nuestras poetas.

Sheila Blanco y las poetas del 27/ Sheila Blanco, voz y piano/ Sala Roja de los Teatros del Canal, Madrid

Ritmo DdA, XVII/4836

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