martes, 11 de mayo de 2021

DE MADRID AL INFIERNO: 720 DÍAS AL MENOS

 



Vicente Bernaldo de Quirós

   Vamos a ver si podemos sacar un balance positivo para la izquierda de las elecciones madrileñas, que resultaron ser un triunfo inapelable para la derecha más radical del Partido Popular, que se ha vuelto tan arriba de lo que sucedió el pasado 4 de mayo que se ha imaginado que si ahora de convocan legislativas nacionales,  poco menos que el PSOE se hace extraparlamentario.
  En primer lugar, hay que situar en el tiempo la victoria de Díaz Ayuso porque su vigencia es de dos años, como sucede con todas aquellas comunidades autónomas que se rigen por el artículo 143 de la Constitución. Quiere esto decir, que la actual presidenta solo ha hecho que reiterar que le quedan dos años de gobierno, los mismos que le quedaban antes de las elecciones.
   En estos dos años que restan para las próximas elecciones madrileñas, que coincidirán con los comicios autonómicos de 2023, los partidos derrotados pueden poner en orden su estrategia política para abordar con cierta garantía su supervivencia política.
   Es un hecho indudable que la presidenta Isabel Díaz Ayuso ha sacado votos de debajo de las piedras y ha conseguido liderar el respaldo a sus propuestas en todos los colegios de la comunidad autónoma, incluido el cinturón rojo de Madrid, lo cual es un mérito incuestionable, pero que, como dice el refran, todo lo que sube baja.
   Cuando alguien trata de racionalizar las causas por las que alguien vota a la contra, se tropieza con una serie de argumentos de lo más variado, por lo que casi nadie acierta a la hora de valorar porque en los barrios más izquierdistas de Madrid se alzó con la victoria el PP. Hay tantas razones como votantes. Y con causas tan diferentes, que a veces es imposible ponerles orden. Yo conocí a un tipo que en los años ochenta del pasado siglo, manifestaba su rechazo a votar a Felipe González porque era andaluz y le molestaba que un sureño gobernara este país. Era curioso, porque el susodicho no había tenido percance alguno con Andalucía  y como votaba en la circunscripción asturiana no tenía que emitir su sufragio por Felipe González, pero la estupidez ya sabemos que es universal e imposible de sanar, aunque si de diagnosticar.
   Lo cierto es que la victoria del PP dejó al PSOE un tanto desconcertado, quizá porque no se esperaba tan cruel derrota, en la que muy posiblemente tuviera que ver el candidato Ángel Gabilondo. Y no porque el cabeza de lista socialista sea un personaje aburrido políticamente y poco agraciado para el embarullado debate de Madrid, (quizá por eso le llaman Sosomán), sino porque a lo largo de la campaña electoral cambió varias veces de caballo y cometió gruesos errores de incoherencia  
   Comenzó despreciando las subidas de impuestos, cuando son un elemento representativo de la izquierda y estaban en el eje de la campaña, para negar después un acuerdo "con este Iglesias" y terminar pidiéndole al líder de Unidas Podemos que "nos quedan doce días para arreglar esto". Es evidente que Gabilondo jugaba al ensayo error y eso el elector pocas veces lo perdona, prefiere al original que a la fotocopia.
   Tal fue el cúmulo de desaciertos del candidato socialista que Mas Madrid con una estrategia más plana y cercana al ciudadano se llevó los votos y los diputados consolidando el sorpasso por la izquierda. Veamos a ver si este adelantamiento se reafirma en próximas citas electorales.
   Pero también el otro partido de la izquierda, Unidas Podemos, superó las expectativas demoscópicas y pasó de siete a diez diputados, por lo que se hace difícil de entender la renuncia de Pablo Iglesias a seguir en política que, si me permitís, me parece una pequeña frivolité, porque si es verdad que sufrió los mayores escarnios de la Brunete mediática y de los sectores más fachas del país, no es el primer enemigo que sufre las consecuencias de ser de izquierdas en una España de charanga y pandereta. Y no lo digo solo por Julio Anguita. Ya me contareis, como aguantaban presión  y agresiones, los militantes antifranquistas que luchaban contra la dictadura sin apenas escudos humanos que les aliviaran los insultos, sino que se iban a dormir a un pajar con un chorizo revenido como única cena, tal y como padeció mi admirado Horacio Fernández Inguanzo.
   Al menos en estos dos años que restan y dado que la figura de Pablo Iglesias ya no está presente, la izquierda del PSOE (y el propio Partido Socialista Obrero Español) pueden comenzar a diseñar una campaña para sumar fuerzas con vistas a 2023 y si no lo hacen es que son más zongolotinos de lo que parecen.
   Serán 720 días que de Madrid se va al infierno, pero que la capital de España puede volver a convertirse en la capital de la gloria si no hacen los rojos de la ciudad demasiado el canelo. Puede que para algunos sean más purgatorio que infierno. Es el terreno de juego en el que la izquierda debe acostumbrarse a lidiar y a sentir que lo que hoy ven negro, dentro de un tiempo, podrá clarear. No hay mal que cien años dure ni pandemia que lo resista.

     DdA, XVII/4843    

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