Paco Faraldo
En aquel tiempo de posguerra mi madre era mocita, y por el Parque Municipal de su ciudad pasaban los principales intérpretes de música ligera. En sus labios oí por primera vez mencionar a Lorenzo González, Luis Mariano, Estrellita Castro, Angelillo, Lucho Gatica... Contaba que hasta Josephine Baker había actuado en el Parque Municipal, y aquella noche las principales autoridades civiles y militares acudieron al concierto para escuchar y ver a la vedette negra, que apareció rodeada por la tribu multicolor de sus hijos de adopción. Seguramente fue bailando al ritmo de las maracas de Antonio Machín o de las guitarras del trío Los Panchos cuando mi madre oyó por primera vez el bolero titulado “Camino verde”, que tanto sonaba en la radio. Luego mi madre se casó, comenzó a parir a buen ritmo y dejó los bailes, pero nunca abandonó la costumbre de cantar por lo bajo mientras hacía el aireo de de las sábanas o barría la cocina. “Camino verde” era su canción preferida y la entonaba enterita, así que yo, un niño atento, la incorporé a mi repertorio afectivo, y después de irme de casa le pedía que la cantase cada vez que nos reencontrábamos, algo que ella hacía complacida añadiendo de propina su versión de “Dos gardenias”, otro hit inmortal.
Una vez desaparecida mi madre, “Camino verde” dejó de tener cualquier relevancia sentimental para mí, pero he aquí que, de pronto, el líder político de la izquierda traslúcida elige ese sintagma como eslogan universal de su proyecto y no para de repetirlo cada vez que abre la boca. ”Avancemos por este Camino Verde” “Hay un Camino Verde, el único que conduce a la salvación” “Al Futuro se llega por un Camino Verde o no se llega”, etc. Dice lo de Camino Verde sin música, pero está a tiempo de contratar a José Feliciano, que hacía una buena versión.
DdA, XVII/4853
No hay comentarios:
Publicar un comentario