Vicente Bernaldo de Quirós
Llamábase quintacolumnista en tiempos de la República a aquellos simpatizantes facciosos a los que el golpe de Estado de los militarotes reaccionarios había cogido en las ciudades en las que se mantenían fieles a la legalidad institucional, pero mantenían actividades de sabotaje para ayudar a los traidores a conseguir sus propósitos.
El término vuelve a utilizarse hoy para denominar a los que dentro del propio Gobierno de coalición progresista trabajan para que fracase y, sobre todo para que no ponga en marcha los proyectos consensuados entre los dos partidos del Ejecutivo y que suponen la pérdida de privilegios para los más ricos y el desarrollo de políticas desmejora de las condiciones de la clase obrera.
No es solo uno de los integrantes del Ejecutivo el que pone en marcha políticas destructivas del programa común, pero es, sin duda, el más fervoroso quintacolumnista de este Gobierno. Se trata dela vicepresidenta económica, Nadia Calviño, que un día sí y el otro también juega a hacer naufragar las intenciones de los ministros que no son de su agrado, ni de su cuerda.
A veces, olvidamos que Calviño ha sido elegida por Pedro Sánchez para formar parte del Gobierno sin percatarnos que quien realmente la avala para el puesto es el Banco Central Europeo, que la tiene como una de los suyos y le jalea para que boicotee las medidas económicas necesarias para que decrezcan las desigualdades y los ricos paguen más impuestos, al igual que ocurre en los países desarrollados
Nadia Calviño fue el ariete dela extrema derecha económica contra Pablo Iglesias, cuando este aún estaba en el Gobierno y le ponía palos en las ruedas cuando el vicepresidente de Derechos Sociales quería que los más desfavorecidos progresaran. Y cuando, el líder de Unidas Podemos mostraba su disconformidad, la hija de aquel director sectario y guerrista de RTVE le acusó de tener afán de protagonismo.
Ahora le ha cogido manía a la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, de quien tiene unos celos patológicos, porque tiene claros sus objetivos y pretende subir los impuestos a los que más ganan y derogar la nefasta reforma laboral de Mariano Rajoy. Calviño les baila el agua a los empresarios para desautorizar a la política gallega y se niega a que se adopten los acuerdos más progresistas del programa de Gobierno.
La desafección de la vicepresidenta económica hacia la dirigente de Unidas Podemos es evidente y pretende que Pedro Sánchez avale sus maniobras tendentes a continuar con la política económica del PP. Ya lo logró, momentaneamente, con la paralización de la subida del salario mínimo interprofesional que, como todoel mundo sabe, influye decisivamente en la política macroeconómica, pero desconoce que con Yolanda Díaz da en hueso y se encontrará con la horma de su zapato. Al tiempo.
En los círculos más sectarios del socialismo vigente, se echaban las manos a la cabeza cada vez que un miembro del Gobierno vinculado a Unidas Podemos exigía una mayor aceleración de las reformas progresistas y les acusaban de tratar deponer en solfa la unidad de acción y la autoridad de Pedro Sánchez, pero jamás alzaron la voz cuando Nadia Calviño o el ministro Escrivá iba por libre en la condicionalidad de la política del Gobierno de coalición.
Yo sé que, por ahora, es irremediable, la continuidad de Nadia Calviño en el Gobierno. Es como si la izquierda tuviera un hijo tonto, pero no hay que desesperar. La mejor manera de ponerle freno a la favorita de los fondos buitres es aplicando el programa de Gobierno firmado por sus dos integrantes y continuar con la hoja de ruta para deshacer las retrógradas medidas del Partido Popular. Sin que les tiemble el pulso a los ministros de la izquierda.
DdA, XVII/4825
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