jueves, 15 de abril de 2021

LUIS RAMOS DE LA TORRE, VENCEDORES Y VENCIDOS



Valentín Martín

Yo no sé si María Teresa León hizo bien al darle un bofetón a Miguel Hernández cuando este la llamó puta. Estamos ante dos escritores de origen muy distinto, de trayectorias paralelas, pero con un sentido de la responsabilidad exactamente igual: el compromiso.
María Teresa León nació y creció en un ambiente familiar muy culto, con el añadido de la aportación de su pariente Menéndez Pidal. Miguel Hernández no llegó a tanto, pero hay que desterrar la figura del poeta pastor y pueblerino que él mismo se empeñó en cultivar. Miguel también tenía unos cimientos culturales nacidos de sus estudios hasta los 16 años. Solamente desde la cultura se puede entender su obra.
El compromiso. Hay demasiados poetas hoy que escriben poesía cultural por los neutrales. Y los hay que se manchan las manos de vida en el hermoso oficio de escribir. Entre ellos está el zamorano Luis Ramos de la Torre. Si miento a Zamora es porque amo a esa tierra de León Felipe, de Agustín García Calvo, de Jesús Hilario Tundidor, de Claudio Rodríguez padre poético de Manuel López Azorín y quizás la primera devoción de Luis Ramos de la Torre. Cuánto echo de menos a Agustín y sus tardes madrileñas donde su proposición al debate y al diálogo era una isla libertaria en un tiempo no menos conflictivo que ahora.
Pero, después de esta área de descanso con el placer zamorano, voy a hacer una apuesta. Yo creo que Luis Ramos de la Torre es la suma aproximada de María Teresa León y Miguel Hernández. Y lo digo consciente de que puede haber estruendos. Luis Ramos de la Torre tiene unos cimientos culturales más densos aún que aquella mujer y aquel hombre que pasaron a la historia, pero su compromiso no es menor. Está en su vida y está en su obra. Pero hay más. A los tres (he escogido a María Teresa y a Miguel por poner un ejemplo) los propulsa no su microcosmos sino el mundo entero que se empecinan en cambiar. En ello anda todavía Luis Ramos de la Torre. Porque no estamos ante un compromiso pasivo sino militante.
A lo largo de la historia de la literatura española se ha visto siempre que los escritores más ciertos no han sido ajenos a sobresaltos, penurias, lances bélicos, retrocesos atroces, injusticias, presentes aciagos que han sido la pandemia de nuestra sociedad. Ahora mismo asistimos a una quiebra de los sistemas tradicionales, a la exterminación de casi todos los valores. Y en medio de estas sacudidas se alza alguna floración de escritores y músicos que están atentos a ese tajo brutal. Luis Ramos de la Torre es uno de ellos.
La generación del 98 nació de la irremediable caducidad de una estrategia donde las instituciones se agotaron en un reparto de poder alternativo de dos partidos semejantes, presidido por el rey. El dominio de los grupos oligárquicos no logró detener la progresiva pérdida de confianza popular. ¿Nos suena? Entonces ese deterioro social dio paso al nacimiento de una nueva ideología radical y republicana. Espero que nos siga sonando, aunque sea a través del testimonio más nítido como es la literatura. Y que mi nieta Lucía de 5 años, como le digo a Javier Batanero, pueda ser un día jefa de Estado.
Si antes he mentado a dos escritores de la generación del 27 ligados al nombre de Luis Ramos de la Torre es porque resulta más cercano su compromiso social, y se hace ya imposible su falsificación. Luis Ramos de la Torre bien pudo estar también entre ellos.
Porque la sombra de este filósofo, profesor, músico, escritor, y hombre bautizado de noble revolución popular, es muy alargada. Sólo o acompañado de Agustín García Calvo, Isabel Escudero, Claudio de la Torre, Jesús Hilario Tundidor, o Pablo Neruda. Desde ese clamor dichoso Luis Ramos de la Torre se expande por libros, revistas, recitales, espacios donde toda relación dinámica es posible. Qué no daría yo de la vida por beberme la voz y la guitarra de Luis Ramos de la Torre con Agustín García Calvo, y las de Quesia Bernabé con Isabel Escudero.
A Luis Ramos de la Torre aún no le desgastó la piedad o la cólera, todavía tiene ardor guerrero para sumergirse en la memoria de un pasado con miles de cadáveres en las cunetas donde no es nada minúscula la imagen de un país tan miserable que se niega a enterrar a sus muertos. A los desaparecidos del franquismo dedicó Luis Ramos de la Torre treinta poemas. Y estoy seguro de que en cada murmullo de su oxígeno tienen cada uno de ellos de la noche a la mañana su sitio.
Y hay un río interior y perenne que recorre la obra de Luis Ramos de la Torre: el obsesivo interés por averiguar algo que no está al alcance de ninguno como son la fugacidad y la finitud del ser humano.
La noción del tiempo es una pregunta crónica en su amplitud creativa (“dentro del hombre el tiempo aprende”, “los sueños en los limos del tiempo”, “no niegues a nadie el tiempo”, “el tiempo de los miedos”, “el tiempo de la mentira”, “donde se devuelve al tiempo”, “penetrar en la música del tiempo”, “dejar que se pierda sin firma en el tiempo”, “si llego a tiempo”).
Todas estas figuras poéticas y más que culminan quizás en su último libro, “Dilema del aire”, Premio de Poesía Ciudad de Salamanca, donde habla del tiempo (oxígeno) que nos da la vida y a la vez nos la oxida, no son más que expresiones, quizás involuntarias, que delatan su comprensible curiosidad por ver cómo se llenan los vacíos mientras estamos.
Ya sabemos que el tiempo es una herida que nos alcanza a todos, el paso del tiempo me refiero. Pero estoy con Luis Ramos de la Torre en que esa fuga, a veces torrencial a veces clandestina, no puede irse de rositas sin que sepa lo zorra que es.
Luis Ramos de la Torre sabe que el universo no es un lugar ni el tiempo una vigilia que un día se acaba como un candil para acabar en la nada, o como mucho a una intuición de lo infinito. Por eso se multiplica y eleva sobre los sueños absurdos o no.
La arquitectura formal de la poesía de Luis Ramos de la Torre (y con ella todas las demás formas de expresión) no tiene nada que ver con el famoso ensayo de Ortega donde hablaba de la “deshumanización del arte”, ni con aquello que rechazó Antonio Machado por “demasiado intelectual y esteticista” y por tanto, frío.
El lenguaje en manos de Luis Ramos de la Torre es denso pero cálido, lleno de mieses y olores. Ni purista ni elitista. Pero su innegable estética, al alcance de muy pocos, lleva al lector a una irrenunciable pasión por la vida. Luis Ramos de la Torre escribe con hervor y sosiego, una suma que nos hace leer siempre alerta.
No sé en qué orden Luis Ramos de la Torre pronuncia las palabras vivir y escribir, qué más da. Quizás una vaya dentro de la otra. Pero nunca he estado tan seguro ante un poeta si digo que tiene muy en cuenta a García Lorca (un desaparecido más de la dictadura) cuando dijo: “El concepto del arte por el arte sería cruel sino fuera afortunadamente cursi. Ningún hombre verdadero cree ya en esa zarandaja del arte puro, del arte por sí mismo. En este momento dramático del mundo el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas”.
(14 de abril, Día de la República).

DdA, XVII/4819

1 comentario:

luis ramos dijo...

Gracias a Diario del Aire por hacerse eco de este estupendo artículo de Valentín Martín. Salud y buen día!

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