jueves, 15 de abril de 2021

LAS BECAS DEL DESPRECIO DEL MINISTRO WERT

 


Vicente Bernaldo de Quirós

    Le confesaba un yonqui escuchimizado a una trabajadora social que hasta que no te pegan una buena patada en los cojones, so sabes lo que es el dolor de verdad. Y aquel camellito conocía lo que decía, pues llevo más de una y más de dos patadas en salva sea la parte. Y así acabó el pobre hombre antes de cumplir los 35 años.
   Una buena patada en los cojones, pero esta vez imaginaria, recibió hace unos años un buen amigo, trabajador en paro y con un hijo a punto de acceder a la Universidad, que no puso solicitar beca porque el entonces ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert había subido al alza la nota mínima para que le fuera concedido. El chaval tenía una media de 6,2 y el titular de la cartera que las concedía la había incrementado de 5 a 6,5. Tuvo que cambiar de carrera y quedarse en Asturias porque sus padres no tenían dinero para mantenerlo en Madrid y yo desconozco si superó la frustración o permanece blasfemando por las esquinas.
   Afortunadamente, la época de aquel sociólogo demagogo y sectario que aprovechaba su estancia en el Ministerio para impedir que los más desfavorecidos llegaran a estudiar carreras superiores porque solo podían acceder los más ricos para reproducir los roles de explotación de la sociedad más desigual, han pasado y hoy, con la ley Celaa, que no es que sea un dechado de virtudes, pero al menos, no da el monopolio de los estudios a los que más pasta tienen, la nota para acceder a beca ha vuelto a ser un 5, pero es que, además, el aspecto que prima en su concesión es el referido a las circunstancias económicas del solicitante , lo que aquel ministro del PP se lo pasaba por el forro, porque solo promovía las becas del desprecio a los que menos tenían.
   La derecha siempre ha potenciado la meritocracia como una forma de mejorar la posición social de los españoles, pero aquel capullo de De Wert, pensaba que la única meritocracia era disponer de mejores condiciones económicas para poder pagarte una carrera, que es una forma bastante chusca de recordarle a los españolitos de a pie que aquí todavía hay clases sociales y las seguirá habiendo, como no podía ser de otra manera.
   En la historia de los gobernantes mezquinos, el ex ministro al que me estoy refiriendo tiene un currículum brillantísimo porque le negó a muchos españoles la posibilidad de llegar a la Universidad. Me gustaría conocer el número aproximado de jóvenes que ni podían trabajar, porque el empleo estaba complicado, ni podían conseguir un título universitario, porque pagar una matrícula en un distrito diferente al tuyo, y mantenerte comido y bajo techo suponía una pasta gansa difícil de juntar.
   No sé si algún día volverán los tiempos oscuros de José Ignacio de Wert. Todo es posible. Por eso no estaría de más que se fijase por ley la necesidad de que las becas de estudios mantengan un techo mínimo para impedir que algún amigo de la meritocracia se sub a a la parra con sus políticas elitistas. Y nos endilgue patadas psíquicas en los cojones de las dolorosas como las de aquel yonqui escuchimizado.

    DdA, XVII/4819    

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