Celso Miranda
Pese al ruido en la superestructura, la
vacunación avanza a paso firme. Esta semana, tuve la suerte de acompañar a mi
madre, a sus 79 años bien llevados, a poner su primera dosis en el HUCA. Mi
mirada crítica (a veces, reconozco, ácida), no encontró donde posarse. El
funcionamiento de la organización sanitaria fue rápido, pulcro y ejemplar. Sin
fisuras. Y tenía que decirlo: llegué a sentir un punto de orgullo por formar
parte de una sociedad que aún mantiene servicios públicos esenciales para el
conjunto de la población. Gracias al esfuerzo de trabajadores y trabajadoras de
la sanidad y a quienes hacen del pago de los impuestos (tan denostados) una
obligación para sí mismos y para quienes los rodean. He compartido, grosso
modo, la línea política dura, restrictiva, en cuanto a la pandemia se refiere,
del Gobierno asturiano del Sr. Barbón. Me preocupa el anuncio de la
flexibilización de esas medidas, esta semana, a instancias del Presidente de la
FADE, Belarmino Feito, mano que mece la cuna, alejándose por primera vez de los
criterios epidemiológicos, que obligan, en franca contradicción, al
endurecimiento de las medidas en el concejo de Mieres, sin ir más lejos.
Quienes han alentado la falsa disyuntiva entre economía o salud, apostando
arteramente por la primera, se colocan ya, antes del pistoletazo de salida
colectiva de la pandemia, en posición privilegiada para copar las ayudas a la
recuperación. Los mismos que hacen de la elusión (cuando no directamente
fraude) fiscal objetivo principal u oscuro objeto de deseo clamarán ahora
contra las subvenciones a quienes ya se han quedado atrás, atacando a lo que
denominan despectivamente "gastos sociales". Preveo que la pandemia
no nos va a hacer mejores per se. Si en algún momento percibimos trazas de
solidaridad colectiva, estas se desvanecen a las primeras de cambio. Una
consejera de Murcia que se vacunará sólo si se demuestra la eficacia de la
vacuna (que vayan otros delante), la "Happy Hour" continua de Madrid
patrocinada por las ansias de poder de Ayuso y su camarilla, o la extrema
derecha pregonando odio en forma de racismo, xenofobia, machismo y aporofobia
en plena Plaza Roja de Vallecas, con el blanqueamiento de la inmensa mayoría de
los denominados medios de comunicación, son señales para mi pesimismo. Tenemos
la vacuna para el COVID al alcance de la mano, nos falta ahora la vacuna
definitiva. Y creo que, esa, aún tardará.
DdA, XVII/4815
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