lunes, 12 de abril de 2021

EL TRÍO DE FAUST Y LAS PASIONES DE BEETHOVEN*

Crítica / El trío de Faust y las pasiones de Beethoven - por Alicia Población

Alicia Población Brel

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

 

La música de Beethoven bien pudiera recordar este poema de Lope de Vega sobre el amor. Los adjetivos que te vienen a la cabeza al escuchar la música del compositor son tan abundantes como insuficientes para definir las pasiones humanas, reflejadas en su música. Resulta interesante volver a percatarse una y otra vez de la insuficiencia del lenguaje a la hora de transmitir emociones en comparación con el sonido.

El pasado 9 de abril (Ciclo Liceo de Cámara del Centro Nacional de Difusión Musical) tuvimos la oportunidad de disfrutar una vez más de la música de cámara de un personaje tan enigmático como Beethoven de la mano de la violinista alemana Isabelle Faust (1972), que se reunió en la sala de cámara del Auditorio Nacional de Madrid con su pianista de cabecera, Alexander Melnikov y su cellista de confianza Jean Guihen Queyras.

Las restricciones de movilidad impuestas por la actual crisis sanitaria impidieron a la violinista juntar a su Noneto, con el que iba a interpretar el Septimino op. 20 de Beethoven y la primera versión de la Serenata nº 1 op. 11 de Brahms, para nueve instrumentos, por lo que el trío tocó “en sustitución” un programa conformado por el trío opus 70 nº 2 (1808) y el opus 97 “Archiduque” (1811), junto con las menos conocidas Variaciones sobre “Ich bin der Schneider Kakadu” op. 121a.

Los músicos nos regalaron lo divertido, lo meloso, lo bromista, lo lastimero y lo solemne, lo nervioso y lo angustiado o lo enfadado y lo decidido de la música del compositor alemán, empezando por un primer movimiento del opus 70 que llegó de la nada a través de las cerdas del arco de Queyras. Los diálogos entre los instrumentos iban de la tensión a la relajación alternativamente, llegando a parecer incluso esquizofrénicos. Los contrastes dinámicos llevados al  límite iban de un extremo a otro a una velocidad que no te permitía desviar atención. Las yemas de Faust se escuchaban batir sobre el mástil del violín con fuerza y determinación. La proyección  con la que tocaba su Stradivarius inundaba la sala en los momentos de protagonismo violinístico y conformaba un mullido colchón en los momentos de acompañamiento armónico. En los clímax, los músicos acariciaban cuerdas y teclas con frenesí, y los sonidos de los instrumentos parecían abrazarse en el centro de la sala, entretejidos en un único vibrato.

Fue raro que, una vez más por protocolo, el público reprimiera el aplauso al menos en dos ocasiones que lo pedían a gritos. Resultaba extraño por lo enfebrecidos que sonaban al término del concierto los “bravos” desde diferentes puntos de la sala. Me cuesta creer que sea posible reprimir la emoción hasta el último minuto cuando la música te está pidiendo el éxtasis del aplauso. Algunos defenderán el hecho de no aplaudir hasta el final a razón de no perder el hilo conductor de la obra, sin embargo los músicos reafinaban en cada movimiento, entre toses incómodas y bisbiseos nerviosos, lo que podría haber dado hueco a ese aplauso deseado que no acababa de llegar. Este silencio incómodo y reprimido hacía parecer más un streaming que un concierto en directo.

Se ha hecho patente durante la pandemia la necesidad de la interacción del público con los músicos, así como la retroalimentación de la energía desde ambos lados del escenario. ¿Por qué, a pesar de todo, seguimos reprimiendo las pasiones que nos suscita una música como la de Beethoven, que tan bien interpretó el trío de Faust? No nos dejemos encorsetar por un programa de mano que nos dicta los tiempos de nuestra propia emoción y dejémonos llevar de una vez por la música.

Ciclo Liceo de Cámara del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM).

Isabelle Faust, Alexander Melnikov, Jean Guihen Queyras.

Obras de Beethoven.

Auditorio Nacional de Madrid.

Foto © Elvira Megías - CNDM

*Crítica publicada en Ritmo, revista de música clásica

                        DdA, XVII/4816                        

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