miércoles, 21 de abril de 2021

DIAMANTINA RODRÍGUEZ, UNA VOZ IRREPETIBLE



José Argüelles

Fallece Diamantina Rodríguez, una de las grandes cantadoras de la asturianada, ese género de enjundia, único, que los asturianos se empecinan en arrinconar con el mismo ahínco que el resto de españoles lo ignora. Los primeros lo hacen por el acostumbrado desprecio con que tratan lo suyo cuando carece de aceptación al otro lado del Payares; los segundos, por simple desconocimiento. Hace años que no escucho una asturianada en TVE. A la cadena de la televisión pública solo le interesa el flamenco, que es la sintonía musical elegida por nuestros gerifaltes culturales y turísticos para la promoción del país. Gobiernan como si la solución a la España invertebrada, de la que escribió Ortega hace exactamente un siglo, estuviera en la conversión de nuestras diecisiete comunidades autónomas, más Ceuta y Melilla, en sendos tablados para solaz de ingleses, alemanes y japoneses. Cien años tenía ya cumplidos Diamantina Rodríguez, quirosana de nacimiento y mierense de adopción. Era una institución humana gobernada por la naturalidad, sin un ápice de afectación pese a sus muchas sabidurías. Por fortuna y gracias a su larga y generosa vida, pudo ser maestra y referencia de algunas de las mejores cantadoras de ahora mismo: de Anabel Santiago a Liliana Castañón. Mi güelu Silvino Argüelles, con quien compartió decenas de actuaciones en aquella notable iniciativa que fue Asturias Canta, la tenía por una de las grandes de verdad. Una opinión que comparto. Musicalidad afinadísima, potencia vocal y un fraseo impecable la colocan, a mi juicio, a la altura de La Busdonga. Son las dos principales cantadoras asturianas del siglo XX, las de más fértil trayectoria y legado. Entre las muchas canciones de su repertorio, “Arboleda bien plantada” es ya, sin duda, un paradigma de la asturianada; uno de esos temas clásicos que asociamos inmediatamente a la artista fallecida. Nos quedan sus grabaciones, sus enseñanzas, el ejemplo de cómo debemos entender la tradición para darle un vuelo nuevo. Pero también el claro sentimiento de que perdemos una voz irrepetible.

DdA, XVII/4825

No hay comentarios:

Publicar un comentario