Vicente Bernaldo de Quirós
Tengo muchas dudas con respecto a la ley trans y no sé si algunos de los puntos de su articulado están en la órbita de mi pensamiento y, por lo tanto, desconozco si estoy a favor o en contra. Creo que es un paso adelante importante, pero reconozco que hay una polémica enorme en el campo de la lucha de las mujeres que se encuentran digamos que divididas ante su aprobación parlamentaria.
Algunas personas con las que hablé me dice que es lógico que esté un tanto despistado porque ni soy trans ni soy mujer y por tanto no dispongo de elementos de juicio objetivos para clasificar. Pero eso me parece bastante simplista, porque no soy mujer y comulgo firmemente con sus ideales de igualdad entre todos los seres humanos.
Ya digo que leí bastantes cosas, tengo aún que estudiar más y he confrontado opiniones sin que me haya hecho aún una idea cabal de lo que supone la ley trans que muchas mujeres rechazan porque cosifica el término mujer y otras aplauden. Mi pareja, por ejemplo, no ve con buenos ojos que una persona que por sí sola decida que se siente mujer y sin ningún proceso de transformación, quedé definitivamente catalogada como tal. Yo no lo tengo tan claro.
He leído un artículo muy interesante sobre el particular de Rosa Montero en el País Semanal del pasado 28 de febrero, muy proclive a la ley trans, pero con la puntualización de seguir debatiendo y construyendo para que el feminismo salga reforzado. En ese mismo ejemplar salía un artículo de Almudena Grandes, con muchas matizaciones, pero creo que ambas coinciden en la necesidad de que el feminismo no se disuelva en enfrentamientos estériles.
Mi opinión es que la crisis actual del feminismo es de crecimiento. Es decir, se han incorporado sectores muy diversos que le han dado un meneo muy importante a las estructuras actuales y ha hecho retorcerse algunas costuras. Ojalá sea tan solo una crisis de crecimiento y nada más, porque los hombres que aspiramos a la igualdad también estamos convencidos y esperanzados en que la lucha feminista siga adelante, por el bien de las mujeres. Pero también por nuestro bien.
Parece un elemento fundamental que las personas transgénero no se sientan discriminadas y que su punto de vista y sus anhelos sean tenidos en consideración. Sería lo básico. Otra cosa es cómo articular esta inclusión y a lo mejor la provisión de plazas públicas en las administraciones para estas personas pueden ser un camino importante.
El debate está servido, pero deben quedar fuera las imposturas de todos los frentes. Que se califque a las enemigas de la ley trans como feministas históricas es una concesión al reduccionismo, como lo es también que es una batalla entre el PSOE y Podemos o entre Irene Montero y Carmen Calvo. A ver cómo termina este combate ideológico, pero las polémicas siempre enriquecen.
Como toda iniciativa legislativa, la ley trans es una ley mejorable y espero que entre los opinadores y las opinadoras haya suficiente altura de miras como para dejar de lado los tiquismiquis del partidismo y avanzar en el camino de la liberación de la mujer. Y así, yo también saco tajada porque podría disipar mis dudas al respecto. Dudar no es malo, lo que no es bueno es vivir con un Hamlet oculto bajo la ropa.
DdA, XVII/4789
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