Félix Población
Coincidiendo
con la salida esta semana del libro de Manuel Rico “¡Vergüenza!", en el que se
analiza la desastrosas gestión que tuvo lugar en las residencias de mayores -donde fallecieron 30.000 internos desde el inicio de la pandemia por Covid-,
el periódico InfoLibre del que el autor es director de investigación publica
hoy un capítulo más no menos repudiable, que en este ocasión se centra en el negocio que los mismos
gestores de esas residencias montaron con la muerte de sus internos a modo de colofón.
Hoy
hemos leído en el citado medio que en las residencias de DomusVi (con un total
de 2.100 fallecidos) se multiplicaron los ingresos gracias a las
comisiones que se cobraban a las funerarias por cada familia de un mayor fallecido, una vez
contratado ese servicio por su mediación. El contrato más relevante es el que
DomusVi tiene firmado con Mémora, que es a su vez la principal compañía de servicios
funerarios de España. DomusVi viene actuando como comisionista por su labor
comercial en favor de Mémora al menos desde octubre de 2015, cuando entró en vigor un “acuerdo de colaboración y
prestación de servicios” entre ambas compañías. Mémora es desde 2017
propiedad del Ontario Teachers' Pension Plan (OTPP), un fondo que administra las
pensiones de los maestros del citado estado canadiense.
Una y otra compañía están controladas por fondos de inversión extranjeros. En el caso de
DomusVi, el accionista principal es Intermediate Capital Group (ICG). Como desveló el citado periódico, ICG
ha creado una trama societaria de más
de 20 compañías en cuatro países, montada para mover el dinero desde
cualquiera de las residencias de España hasta la sociedad dominante
del grupo en la isla de Jersey, un territorio fiscalmente opaco.
Con toda seguridad, la información publicada por InfoLibre acerca de la nefasta gestión en las residencias de ancianos durante la pandemia ha sido la más completa de las que se dieron a conocer en los medios. No tengo ninguna duda acerca del interés y buena acogida que tendrá el libro de mi estimado colega Manuel Rico, a quien hay que felicitar por su trabajo. La libertad de expresión e investigación para llevarlo adelante hizo posible que podamos leer la más negra de las páginas de la enfermedad que recorrió el mundo y sentirnos, por lo tanto, todo lo afectados que nuestra sensibilidad disponga.
Sin embargo, ¿de qué les sirve a los familiares de las víctimas saber todo cuanto pudo contribuir a su muerte en la soledad y zozobra de sus habitaciones si posiblemente nadie va a pagar por ello ante la justicia? ¿De qué nos sirve saberlo a los lectores, para fomento de nuestra indignación, por medio del que no dudo será un excelente y documentado libro*, si no parece que sus consecuencias en el gobierno progresista de la nación hayan sido hasta ahora las de proyectar una legislación que haga frente a tanta desvergüenza y falta de escrúpulos con resultado de geronticidio?
*Mi interés por este libro es tanto como prevención ante la dura realidad de lo que con toda seguridad se denunciará en el mismo. Supongo que con más motivo, esa será la circunstancia de cuantos perdieron a sus padres o abuelos en tantas residencias.
DdA, XVII/4789
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