Alicia Población Brel
Hanna Arendt
fue una filósofa y teórica política alemana considerada de las más influyentes del
siglo XX. En 1933, con la privación de derechos a los judíos y su persecución en
Alemania, toma la decisión de emigrar.
Ella ha sido
la protagonista, y lo será hasta el 4 de abril, del ciclo Teatro Urgente que
acoge el teatro Galileo. Con este proyecto se pretenden afianzar los sentidos
que nos roba la inmediatez de nuestro tiempo, llevando a las tablas un teatro
de ideas. Existe una necesidad de poner a los artistas, filósofos, pensadores,
actores y dramaturgos en el escenario, al alcance del público, para tratar los
problemas más urgentes de nuestro tiempo. “Hemos venido a decir lo que no puede
esperar”, y hay algunas obras que se perderían en el olvido si no se abordan en
el momento preciso.
Hanna Arendt, en tiempos de oscuridad, narra la
vida de la pensadora alemana, llevándonos a través de sus miedos y sus
inquietudes de la mano de Karina Garantivá, Lucía Juárez, Rodrigo Martínez Fau,
Estíbaliz Racionero y Germán Torres. Hacia la segunda mitad, el montaje se
centra en Adolf Eichmann, sobre el que Arendt escribió su ensayo Eichmann en Jerusalén, la banalidad del mal.
En este punto se rompe la barrera de la cuarta pared con el público y se llega
a una especie de meta-teatro que pone a flor de piel las emociones de los
espectadores.
Los temas de
la obra son variados y de temática tan universal como actual: guerra,
emigración, la lucha de las mujeres, poesía, amor, filosofía… Se debate sobre
el mal, sobre la capacidad de juzgar del ser humano, personificada en un primer
momento en el actor que hace de Eichmann, y posteriormente a través del
público. ¿Por qué cometió aquellos atroces crímenes de guerra? Hanna Arendt se lo
preguntaba en su ensayo, y el espectáculo nos lo cuestiona a nosotros. Cumplir
órdenes obedece a la necesidad de formar parte de algo, y esta necesidad hoy en
día se ha convertido prácticamente en requisito. Lo que ocurre es que cuando
todos somos culpables, nadie es responsable de nada, entonces ¿cómo juzgar a
Eichmann? De la obra se deduce que la obediencia ilimitada nos lleva a no
pensar, a no posicionarnos, y al hacerlo pasamos a pertenecer a un todo y al
mismo tiempo a estar completamente solos.
El verdadero
aliado no es quien comparte tu castigo, sino tu miedo. En su ardua huida de la
Alemania nazi, Arendt también nos hace reflexionar sobre los enemigos: los hay
de dos tipos, quienes pretenden destruirte y quienes no se deciden a ayudarte.
Unos construyen campos de concentración, otros campos de refugiados. Quizá por todo
esto el tema central de la obra podría ser la dicotomía entre tomar o no tomar
partido, posicionarse o no, juzgar a Eichmann o no hacerlo.
Con un texto
nada fácil, que te obliga a estar al cien por cien en la función, hay que
reconocer que es un montaje realmente urgente. Y lo es porque nos recuerda algo
fundamental: la necesidad de pensar, tan presente en Arendt, y la causa y
efecto de dejar de hacerlo. Nos recuerda que el poder que nos da el
pensamiento, nos da también el poder de decidir, y eso acarrea
responsabilidades de las que a veces huimos, como decía Erich From en El miedo a la libertad. Pero también nos
recuerda el poder que tiene el arte, el teatro, que es capaz de ponernos
siempre en común.
Aquí Madrid DdA, XVI/4797
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