miércoles, 17 de marzo de 2021

CHIRINGUITOS DE MANUAL

 


Vicente Bernaldo de Quirós


   Cuando la derecha financiera y política se topa con un organismo de carácter público que no puede controlar o manipular por las razones que sean, primero trata de hacerse con su mando y, en caso de que no lo logre, lo desprestigia sobre la base de denominarlo chiringuito para uso de los amigos del político progresista (o no) que lo dirige.
   Así, baste con que una entidad de ayuda a la vivienda o de mejora de las prestaciones veterinarias cumpla con su cometido y no se pliegue a los intereses de los poderes económicos, para que en todos los foros habidos y por haber y, sobre todo, en las sucursales mediáticas de la prensa del libre mercado se le tache de inservible y de elemento perturbador de la economía. Y el nombre que se le da es el de chiringuito.
   Sin embargo, hay organismos de carácter privado y de  influencia absoluta en la economía capitalista que se aprovechan de la buena prensa de la que disponen para tergiversar las realidades sociales y económicas de cualquier país, en beneficio de los intereses de la élite empresarial. Esos son verdaderos chiringuitos de manual.
   Hablemos, por ejemplo de las  agencias de calificación de riesgos, lo que los pijos del adoctrinamiento del mercado llaman rating, que son las que deciden si invertir en un país o en una empresa es conveniente o no, en función de los intereses supuestamente de los inversores, pero en realidad de los dueños de los fondos buitre y de las grandes multinacionales. Y cobran una buena pasta por engañar a los más incautos.
   Son los que hacen bajar o subir la prima de riesgo cuando un país pone en marcha políticas que comprometen los beneficios de las grandes financieras o suben los impuestos a los ricos o regulan el mercado laboral para no dejar desasistidos a los trabajadores. En España o en Italia ya hemos conocido sus prácticas mafiosas siempre tendentes a disuadir a quien pretenda que el mercado sea menos libre de lo que ellos quisieran (hasta que tengan que pedir subvenciones, claro).
   El proceder es el mismo o parecido en otro chiringuito de manual: las empresas auditoras que venden sus servicios de consultoría al mejor postor para que las operaciones de adquisición de acciones les salgan de rechupete.
   El caso más escandaloso de estos servicios de consultoría que han engañado a los accionistas lo tenemos en la española PwC con su auditoría del Banco Popular que ha supuesto la ruina de muchos de los ahorradores de esa firma y que ha conseguido que el Banco de Santander se haya forrado más de la cuenta en detrimento de quienes colocaron sus menguados dineros en la primera de las dos entidades financieras, creyendo, estúpidamente, que jugando en Bolsa alguna vez ganaría, como si no supiéramos que los trileros tienen como héroes a las empresas del Ibex 35.
   Bueno, pues el fiasco de PwC con el Banco Popular no ha tenido consecuencia negativa alguna para la consultora, a pesar de lo escandaloso del asunto, porque el regulador que debe regular estas historias suele mirar para otro lado para que no chirrie (y también para mantener su puesto, por supuesto).
   Las mentiras sutiles que se deslizan por parte de todos estos chiringuitos de manual y de carácter privado, tienen como primo de Zumosol al Fondo Monetario Internacional, que es un organismo de la ONU, pero que juega en contra de los propios intereses de las Naciones Unidas, planteando prácticas usureras a los países que precisan de créditos para salir adelante y les imponen además horcas caudinas como medidas de presión para que los fondos buitre se paguen los putiferios y otros a costa de las naciones más desposeídas y expoliadas del mundo.
   Así que ya sabéis, cuando os hablen de chiringuitos recordad estas perlas del enriquecimiento canalla y en los que los economistas de izquierda o que simplemente pretendan hacer decrecer las desigualdades sociales no hacen acto de presencia porque se lo impiden los seguratas de las buenas prácticas del mercado y hacerles a quien os lo empodere, una peineta de lujo, con especial atención a los poderos que en el mundo han sido, son y serán. Y, claro, ni puto caso.

DdA, XVII/4790

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