miércoles, 10 de marzo de 2021

AQUEL "EL PAIS IMAGINARIO" DE LOS OCHENTA


Octavio Colis

Hice en la década de los 80 varias portadas para la sección EL PAÍS IMAGINARIO del suplemento dominical de EL PAÍS. Entre ellas esta sobre La Habana vista por un turista español, para un artículo de Moncho Alpuente que firmaba como Manuel Vixens. En aquella época el periódico mantenía en plantilla todavía a algunos periodistas muy críticos (y muy molestos) con los políticos tanto del partido franquista Alianza Popular (luego PP) como con los socialdemócratas del PsoE (luego PsoE), que representaban el modelo de gobierno bipartidista inamovible que desde el siglo XIX habían establecido los conservadores y liberales siguiendo el modelo referente impuesto por Antonio Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta, modelo del establishment u orden establecido como un circular continuo o “quítate tú que me pongo yo”, modelo constantemente interrumpido o suprimido por los militares al servicio del borbón de turno. Siendo el general Arsenio Martínez Campos el favorito de Alfonso XII, Miguel Primo de Rivera el militar favorito de Alfonso XIII, y Juan Carlos I el favorito del miliar Francisco Franco, quien actuó de regente hasta la mayoría de edad política de Juan Carlos, que coincidió, aunque no por casualidad, con el deceso del dictador. Durante los periodos de pesudodemocracia del modelo conservadores/liberales, siempre hubo y hay un “tercero en discordia”, desde los anarquistas utópicos hasta los del partido de Podemos, pasando por los liberales, los comunistas e Izquierda Unida. El modelo Cánovas/Sagasta siempre ha considerado a ese tercero en legítima disputa del poder gestor como su máximo enemigo político.

Para cuando la larga marcha de los franquistas hacia la democracia se dio por finalizada, duró de 1975 a 1996, el consejo de administración del periódico El País ya había eliminado de su redacción a la mayoría de los elementos agitadores afectos a los terceros en discordia, considerando que ya habían molestado lo suficiente e impedían llegar al millón de ejemplares, aspiración prioritaria esa de alcanzar esa cifra los domingos sin artículos molestos que con los franquistas ya democratizados a todos los efectos se hacía urgente y necesaria. Para entonces EL PAÍS IMAGINARIO ya había dejado de existir, siendo arrinconada durante un tiempo la sección, que había pasado a llamarse EL CHAFARDERO INDOMABLE, muy reducida de redactores, prácticamente sólo permanecimos acompañando a Moncho Alpuente, el dibujante José Luis Cabañas y yo. Un día, el que había sido nombrado redactor jefe del suplemento para poner orden comercial -de cuyo nombre no pienso acordarme-, decidió suprimir a los que quedábamos como náufragos rojos en un islote de la redacción. Y tanto se arrepintió la dirección de EL PAÍS de aquella sección, EL PAÍS IMAGINARIO, y de su epígono, que cuando se hizo una gruesa publicación recordando la historia del propio periódico no incluyó al SIAPLE (así le llamábamos nosotros) en ese recuerdo gráfico. Y no porque durante su existencia no hubiera tenido éxito, porque recibíamos cada año más cartas de apoyo o de odio que ninguna otra en el suplemento, sino porque la nueva línea editorial del periódico no soportaba haber tenido ese grano en el culo durante tanto tiempo; aunque de hecho por secciones como la nuestra el periódico sacaba pecho de izquierdista y fue considerado tan injusta e imprecisamente de izquierda, pretensión esta que sigue exhibiendo como si fuera mínimamente cierta. Aunque no todos los redactores e ilustradores honestos han sido suprimidos del diario todavía -no sé si los mantienen por disimular un poco- y tampoco sé si durarán mucho.
Esto que he escrito hoy podía ser un artículo de EL PAÍS IMAGINARIO, aunque si lo hubiese escrito Moncho tendría mucha más gracia. Pero perdonen la tristeza, que diría Paco, el de la Zaranda.

DdA, XVII/4785

No hay comentarios:

Publicar un comentario