sábado, 20 de febrero de 2021

SOBRE LA NORMALIDAD DEMOCRÁTICA, LAS INMATRICULACIONES Y EL RAPERO HASÉL


Recomienda este Lazarillo como siempre suele hacer cada sábado la lectura íntegra del artículo de mi estimado Enrique del Teso en el diario LaVoz de Asturias, pero a modo de incentivo no me resisto a insertar en este modesto DdA lo que Teso dice de las inmatriculaciones de la iglesia católica y el rapero encarcelado, que es lo que sigue:



"Pero a veces lo complicado puede ser cuándo empieza, y no cuándo termina, el pasado que engloba el presente en el que estamos. Con la Iglesia hemos dado, Sancho; no la de piedra de El Quijote, sino la institución. Viene a cuento porque parece estar de rabiosa actualidad el asunto de la normalidad democrática de España. Y nuestra dieta de normalidad no solo incluye el desaguisado desgranado por Bárcenas con las trapisondas del poder judicial que se dejan entrever. También asomó esta semana este otro ingrediente de normalidad democrática que empezó en un momento impreciso de un pasado y que se extiende por todos los presentes. Supimos las decenas de miles de apropiaciones que la Iglesia hizo estos años. La noticia nos recordó el clamoroso silencio y ocultación que hubo estos años sobre los detalles y volumen del expolio. Y la noticia viene con unas sombras que apuntan a la impunidad de tan gigantesco saqueo. La ley franquista de los años cuarenta no permitía a la Iglesia registrar como propiedad los templos dedicados al culto. Como esto resultó ser inconstitucional, Aznar dejó intactos los privilegios franquistas y añadió otros nuevos al botín. Y los obispos salieron a apañar a dos manos todo lo que pillaron. En una democracia normal como la nuestra, es inconstitucional que los obispos puedan actuar como fedatarios públicos y puedan registrar fincas y edificios sin acreditar su propiedad. Y lo normal sería que el Gobierno reclamara la ilegalidad de esas actuaciones. Lo que no es democráticamente normal es zanjar este desvarío abriendo la puerta a quien tenga tiempo para que inicie, si quiere, decenas de miles de pleitos contra la Iglesia, es decir, la impunidad. Lo que no es normal es que con la Iglesia la impunidad sea lo normal.

El caso del rapero Hasél también revuelve las aguas de la normalidad. Lo sustantivo del caso es que gente de mucho orden y conocimiento viene proclamando desde hace tiempo, y acaba de repetir en estos días, que el encarcelamiento de Hasél contraviene normas internacionales sobre libertades y libertad de expresión. Está internacionalmente amparado el derecho a mensajes ofensivos y perturbadores como forma de intervenir en la vida pública. El mal gusto y la estupidez no son delitos, según normas internacionalmente admitidas. Es perder el tiempo citarnos frases textuales de canciones de Hasél que nos hagan arrugar la cara. El que quiera palpar el odio y el mal gusto que revise los tuits que se le dedicaron a Zerolo según avanzaba su enfermedad. Eran odiosos, pero legales. Y el que repudie el matonismo con el que el rapero se dirigió a un testigo y le dijo que lo iba a matar (yo entre ellos), que repase las lindezas que le dijeron al coletas turbas enteras de gente blandiendo puños y jurando amenazas. Odioso, pero legal. Los adoquines con que se adorna Ayuso para señalar la violencia de las manifestaciones, los veíamos en mi barrio en las movilizaciones del sector naval y de Moreda, y siempre fueron tratados como lo que eran: gajes de protestas laborales amparadas por derechos internacionalmente reconocidos. La violencia hay que repudiarla siempre. Pero si es violencia. Altercados con contenedores volcados y acción policial no son una gracia, pero son situaciones habituales que las democracias no suelen describir como violencia. Las manifestaciones generalizadas por el caso Hasél, una abrumadora mayoría de las cuales son pacíficas, no son hasta la fecha un fenómeno violento como conjunto. Por supuesto que agresiones directas a policías o a quienes sean deben ser condenadas. La violencia que es violencia por supuesto que hay que condenarla, pero no las exageraciones sesgadas manejadas como propaganda. Quiero decir que hay que condenarla siempre, sea en Alsasua, en Linares o en la Puerta del Sol; y distinguiendo en la condena si hablamos de adoquines o de balas y de rasguños o de ojos arrancados. El episodio está en curso y en unos días se verá más claro lo esencial o se enredará más y lo que podemos decir hoy ya no servirá. De momento estamos ante una anomalía severa de nuestras leyes respecto a otras democracias". 

               DdA, XVII/4767            


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