Félix Población
Es de celebrar que un partido político, la Unión del Pueblo Leonés (UPL) en este caso, haya reparado en un lugar que en cualquier otro país que hubiera contando con la figura literaria de fray Luis de León no se encontraría en el lamentable y dilatado estado de abandono en el que permanece la granja agustina de La Flecha, en el término municipal de Cabrerizos, a poco más de seis kilómetros de la ciudad de Salamanca.
Se trata del apacible ámbito de retiro espiritual en el que el poeta y profesor de la Universidad de Salamanca -encarcelado por la Inquisición- escribió alguno de sus poemas más conocidos, como la Oda a la vida retirada:
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
El lugar, emboscado entre chopos y a la vera del rumoroso Tormes, conserva aún alguna construcción del siglo XVI y fue frecuentado por escritores y poetas en el pasado, entre los que no podía falta el rector de Salamanca, Miguel de Unamuno, que solía acercarse hasta el oratorio en compañía del alcalde Salamanca, Casto Prieto Carrasco, asesinado por los inquisidores de la tropas sublevadas en 1936: "De La Flecha gozándose en la orilla / un punto te detienes en la presa / que el soto de Fray Luis cantando besa / y con tu canto animas al que trilla", escribió don Miguel.
Pese a la indudable importancia para la literatura hispánica de fray Luis, UPL lamenta que el gobierno autonómico no haya verificado todavía ninguna intervención que rescate de su creciente abandono al oratorio y su entorno como lugar evocador de la obra y memoria del humanista y poeta. La modesta construcción, edificada con piedra de Villamayor, tiene junto a sí los viejos corrales, el palomar, los establos y la aceña de la granja, con el escudo de la orden agustina en uno de sus tajamares.
Uno la reclamación de UPL a la mía, como asiduo visitante del que podría un ameno rincón de nuestra memoria cultural, y espero se evite con la mayor diligencia el estado de ruina progresiva que amenaza al oratorio, cuya rehabilitación debería ser urgente. Mi especial cariño al escenario de la antigua granja agustina está marcado por el día en que mi hija, con muy pocos años, aprendió de memoria su primer poema. Aún lo recita. Solo falta que le ponga música para que no se le borre nunca de sus días:
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con solo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.
DdA, XVII/4750
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