lunes, 4 de enero de 2021

TABACALERA: MUSEO DE GIJÓN O HUMO

 


Carlos González Espina

Se da entre muchos administradores culturales una marcada tendencia a fijarse más en la cultura de evento que en la de sustento. Pero si la primera no se apoya en la segunda tiende a volatilizarse y a perder impacto social. Reveladoras son ciertas manifestaciones de responsables municipales en cultura cuando citan sus proyectos «estrella». Invariablemente se refieren a manifestaciones de evento (Semana Negra, Fetén, Ficx…) que, nadie lo duda, son ya una parte consustancial de nuestro adn. Pero no percibimos la misma sensibilidad a la hora de respaldar, de verdad, la cultura de sustento. Pruebas de ello son la decadencia de la UP, la infradotación de las bibliotecas públicas y, especialmente, el modo como se ha maltratado el proyecto de Museo de Gijón en la Fábrica de Tabacos, que se gestó desde la FMC en la última etapa de Paz Fernández Felgueroso.

Lo más memorable que hizo Foro en cultura durante los años que dirigió el Ayuntamiento fue bloquear ese proyecto de museo. Lo hizo Carlos Rubiera con desdeñosa inconsciencia, lo desnaturalizaron luego sumiéndolo en la confusión con un estéril proceso participativo que generó desconfianza —sobre todo entre los habitantes del barrio alto, sus mayores beneficiarios— y que únicamente sirvió para desorientar a la ciudadanía y a nuestros representantes políticos. Finalmente tuvimos que conformarnos con que se acometieran los trabajos de adecuación de las instalaciones, a partir del proyecto arquitectónico ganador del concurso internacional convocado en 2009. Esos trabajos se han culminado en la actual legislatura, en la que teníamos depositada la esperanza de que se recondujera la situación.

Pero el efecto disruptivo de la etapa forista parece haberse extendido al presente. Nos acaban de anunciar que lo que está próximo a celebrarse es el entierro definitivo del proyectado museo. Dolorosamente constatamos que eso va a ser responsabilidad de un gobierno de izquierdas. Lo que en el documento presentado desde el área de cultura se apunta no hace otra cosa que continuar en la senda abierta por Foro, ideando una plétora de usos alternativos para la Fábrica de Tabacos y dando a entender lo inapropiado que sería para la ciudad «otro» museo. Se opta así por incorporar a Tabacalera usos varios (la mayoría perfectamente asentados en otros espacios), con el resultado de achicar el espacio museográfico, o, dicho más claramente, de ir contra el proyecto de museo. De ello solo puede deducirse que Tabacalera les parece «demasiado» para museo, y que no creen que haya suficiente obra artística de calidad para «llenarlo» y es, por tanto, innecesario. Pues bien, ninguna razón mejor que el desconocimiento que esto trasluce para justificar su apremiante necesidad.

Urge una reflexión sobre la oportunidad histórica que estamos a punto de tirar por la borda si se malogra definitivamente este proyecto de museo. La oportunidad que da Tabacalera es irrepetible porque el edificio ya es, en sí mismo, un libro abierto para explicar nuestra historia (romana, barroca, industrial, social, trabajadora, marítima, femenina…), y permitiría hacer partícipe a la sociedad de un patrimonio de cuyo conocimiento y disfrute se le ha privado durante demasiadas generaciones. Iluminaría además el hondo carácter cultural de esta ciudad, poniendo el foco en muchos de sus puntos fuertes (pintura y escultura, pero también artes industriales, fundición, gráficas, del vidrio, diseño, fotografía…). Hoy los museos públicos no son ya meros contenedores o expositores. Son colectores, productores, educadores, impulsores de investigación y conocimiento, además de acicates de la creación y sostén económico del entorno. Y el patrimonio artístico no es un concepto cerrado, una herencia que se recibe, sino algo dinámico, que se va construyendo con la recuperación de piezas desconocidas del pasado pero también con la incorporación de corrientes y estéticas vanguardistas. Y siempre estará sometido a procesos de identificación y reinterpretación por parte de las generaciones futuras. Siempre que no les neguemos esa posibilidad.

      DdA, XVII/4720     

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