martes, 12 de enero de 2021

PREACUERDO EN LA VENTANA DE INVIERNO



Valentín Martín

Señor que acaricias las crisálidas.
Señor que apacientas los viveros.
Señor que das la luz para despertar
e ir al colegio, a la fábrica, al chino
donde comprar el pan más barato,
y luego la apagas para dormir
jubilados rebeldes los insomnios.
Señor que engordas obispos
que desmemorian sodomías.
Señor que premias canonizaciones
y maletines que viajan solos
a paraísos vacíos de serpientes
(supongo que te suenan de algo).
Señor que dudas de Atahualpa.
Señor que levitas misticismos.
Señor de todas las niñas lívidas
víctimas del fósil jarrapellejos.
Señor que soportas poetas
(cuánta paciencia, Señor).
Señor esposo de Magdalena.
Señor testaferro de Bankia.
Señor totalitario de chiringuitos.
Señor multilingüista en células
que se hacen pasar por hermanas
y labran sin apodo asesinatos.
Señor de todas las patrias
y 4.200 religiones, todas ellas
verdaderas según quién y dónde.
Señor de una única bandera
que vuela como un aguilucho
y bendice juramentos y castidades
(con lo malo que es eso para
la salud de mujeres y hombres).
Señor que inventaste la arena
para medir en los relojes la vida
y no para la piel de las suecas
o los viejos mirones del Imserso.
Señor luminaria de hijos buitres.
Señor de tantos ay Señor, ay,
de señoritas aprendiendo física.
Señor de barriles nutridos, y nunca
Señor del hermano obrero, vacío
de cualquier vaho de infancias.
Señor de prestar atenciones, a ver
si tiene gratis memoria la lluvia.
Señor que no existes, aunque
te inventen los miedos al viento.
¿Una vez no basta, como dijo
tu criatura del valle de muñecas?
Señor, escucha, es mi turno, Señor:
¡Deja de tocarme ya la próstata!
A ver si voy a ser yo el culpable
de que tú seas hijo de soltera.

DdA, XVII/4728

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