domingo, 24 de enero de 2021

NO QUIERO TENER UNA VEJEZ TRANQUILA


 

Juan Ignacio González

Tengo que reescribir el libro de las horas
porque no quedan muchas.
No quedan muchas horas para hacer
que los sueños se cumplan
y sé que inevitablemente vendrán a contraluz
los últimos destellos de tu risa,
la insondable
presencia de las tardes sin tu boca.
La soledad son cuervos que graznan ateridos,
el peligroso juego del andamio,
las úlceras del día,
la cadencia
del paso que se aquieta tras la puerta,
las cartas del cartero de Neruda
que aguardan sin respuesta en el buzón
vacío de la aurora.
Por los cotos vedados de la dicha
aún alcanzo a prender en tus pupilas
la luz iridiscente
que anuncia los remansos de tu piel en invierno.
Después,
no quedará ya nada.
Y sé que hay que incendiar del nuevo el mundo
como el abecedario incendia la escritura,
que amar urgentemente es necesario,
que hay que prender las garras sobre el lomo
que anuncia la insondable cordura de los locos
y agitarse,
como se agita el corazón de madrugada
cuando no hay esperanza.
Y no quiero tener una vejez tranquila.

DdA, XVII/4739

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