viernes, 8 de enero de 2021

LA OPOSICIÓN TRUMPISTA EN ESPAÑA


Félix Población

Después de condenar el asalto al Capitolio estadounidense por una turba de fascistas amamantados por el mismísimo presidente de aquella república, cuyo narcisismo patológico o trastorno de personalidad narcisista es incuestionable, el lidercillo de la derecha extremada no ha dudado en seguir una vez más a su modelo y cabecilla de la extrema derecha.

Además de falaz, la infame comparación entre lo ocurrido en Washington y la manifestación convocada por la izquierda española ante el Congreso en octubre de 2016 revela una vez más la desfachatez y miserable proceder de la oposición en España, con Ciudadanos haciendo piña ultra una vez más como en la foto de Colón.

La única manifestación, además, que en los últimos años ha rebasado el cordón policial ante el palacio de la carrera de San Jerónimo ha sido la celebrada el pasado 3 de marzo, en la que policías y guardias civiles, convocados por un sindicato de extrema derecha, contaron con el apoyo expreso y presencial de diputados de la derecha trina.

Liderados por el partido que mejor representa la política trumpista en España, Casado y Arrimadas -una lideresa plastificada en irremediable declive- han utilizado el asalto fascista al Capitolio de Washington para atizar por enésima vez la polarización política en España, cuando lo que única y objetivamente cabe en esta ocasión es denunciar que la extrema derecha, liderada por Trump, ha escenificado un episodio de suma gravedad para la pervivencia de los valores democráticos en Estados Unidos.

Si en España no tenemos a una derecha capaz de advertir el papel jugado en la historia por líderes excéntricos y narcisistas como Donald Trump, cuyo trastornado protagonismo puede convertir a un pueblo en principio pacífico en una turba tal como la que vimos, resulta grave, pero si además contamos aquí con un partido trumpista que además sirve de modelo a esa derecha, la gravedad me parece extrema y cuenta además con el apoyo mediático del fascismo digital, cuya nutriente de mentiras -aliadas con el miedo y la ignorancia- pueden conducir al odio.

Léase@también: Donald Trum, el final lógico de una presidencia marcada por la violencia y el odio, por Mathieu Magnaudix (InfoLibre):

Hace cinco años, Trump lanzó su campaña atacando a los “violadores mexicanos”. Dijo que era tan popular que podría disparar a alguien en la Quinta Avenida sin que el hecho le provocase daño alguno. Ha justificado la tortura y la violencia policial. A menudo incitaba a sus partidarios a la violencia física contra los que perturbaban sus reuniones. Les hizo gritar “¡Enciérrenlo!” contra a rivales políticos. Calificó a los neonazis que protestaban en Charlottesville, Virginia, una escenografía inspirada en el Ku Klux Klan, “de muy buena gente” y al jugador de fútbol Colin Kaepernick, que denunció el racismo, de “hijo de puta”. Calificó a una mujer negra de “perro” y criticó el “bajo coeficiente intelectual” de otra.

Denunció a los musulmanes como un “problema” y una “enfermedad”, cerrando las puertas de Estados Unidos a algunos de ellos, impidiendo que los sirios adquiriesen el estatus de refugiados. Llamó a los países africanos “países de mierda”, sugirió que todos los haitianos tienen SIDA, instó a que se “disparara” contra los migrantes, encerró a los niños en jaulas, separó a miles de familias solicitantes de asilo en la frontera acusadas de “invasión”.

Acusó a las víctimas de la peor matanza antisemita de la historia norteamericana de no haberse protegido lo suficiente y de haber multiplicado las insinuaciones antisemitas. Le dijo a las diputadas hispanas y musulmanas demócratas que “volvieran a los países de los que procedían”. Apeló a “disparar” a los activistas de Black Lives Matter (“cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos”) y amenazó con enviar a la Guardia Nacional en contra del consejo de los ayuntamientos para reprimirlos.

Se negó a condenar el asesinato de dos personas a manos de uno de sus partidarios destinado en Kenosha, Wisconsin. Instó al grupo masculino de extrema derecha Proud Boys a “estar a su lado” y rindió homenaje a los seguidores del culto de la conspiración de extrema derecha QAnon.

La enumeración no es detallada. Toda su Presidencia ha estado marcada por la violencia y la brutalidad. Al apoyarlo hasta el final en su abrumadora mayoría, los republicanos aceptaron lo peor.

Cuando el miércoles era invadido el Capitolio, esos mismos, los Mitch McConnells y los Lindsay Grahams, y con ellos los barones del Partido Republicano, tuvieron una buena oportunidad de apelar a la calma y la razón. Trump es a la vez su verdugo, su señor feudal y su monstruo de Frankenstein fuera de control, admirado por una base republicana cada vez más fanática. Nunca han sabido decir basta, excepto al final, empujados por las circunstancias y la invasión sin precedentes del Capitolio.

Su responsabilidad es inmensa. La historia juzgará con dureza a Trump, pero al menos le reconocerá su coherencia en la violencia y en la desmesura. La misma historia corre el riesgo de ser todavía más dura con sus facilitadores republicanos, que consintieron lo peor, cobardes, serviles, miserables, lamentables.

       DdA, XVII/4724      

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