viernes, 8 de enero de 2021

GOBIERNO DE COALICIÓN: UN AÑO DE MATRIMONIO

 


Vicente Bernaldo de Quirós

   Como todo el mundo ha dado a conocer su balance del primer año del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos, este servidor también se apunta a analizar el primer aniversario, porque como dice el eslógan acuñado durante la pandemia, yo no me quiero quedar atrás y también porque bastantes de los recuentos hechos hasta la fecha, adolecen de ejemplaridad. Yo no es que sea un dechado de imparcialidad, pero trato de reflejar honestamente estos 365 días de matrimonio.
   A mí leal entender, el primer año del Gobierno progresista se salda con un aprobado alto, porque ha tenido bastantes titubeos, pero ha sido firme en lo que me parece más destacado: la puesta en marcha de medidas de claro contenido social y el impulso de leyes progresistas.
   ¿Que se podía haber hecho más? Sin duda, pero también se podía haber hecho menos ya que el Gobierno se movía en las procelosas aguas de la desconfianza mutua inicial y en el hecho de que ser el primer gobierno de coalición de la etapa constitucional requería ciertos ajustes que solo el tiempo puede determinar.
   Además, téngase en cuenta de que el Gobierno progresista ha tenido que lidiar a los dos meses de su constitución con una pandemia dura que precisó el confinamiento de toda la población y la adopción de normas que tendrían que priorizar la salud sobre la economía (ante el desgaste de sectores empresariales y de la derecha más cainita) combinando la prevención de la enfermedad y el freno a la epidemia con la garantía de que todos los ciudadanos pudieran salir lo más indenmes posibles de este enorme tinglado.
   Es complicado hacer balance de la labor del Gobierno durante todos estos meses de contagios, repuntes y medidas restrictivas, pero entiendo que por lo general las decisiones gubernamentales, más allá de cualquier error puntual (que los hubo) fueron bastante satisfactorios. Aunque sería una ucronía tratar de averiguar que hubiera hecho la derecha si hubiera estado instalada en La Moncloa, convendréis conmigo que las medidas que adoptaría supondrían un incremento de la desigualdad entre los españoles. Y no creo que me equivoque.
   Repito que el balance es moderadamente positivo, sobre todo si se tiene en cuenta que desde el minuto uno, el Gobierno de progreso fue fruto de brutales ataques sin piedad por parte de sectores económicos, nostálgicos del felipismo y de círculos mediáticos que chapotean en el bulo como referencia de su estrategia informativa.
   Los ataques a la coalición procedieron especialmente del exterior del Gobierno, pero también algunos de sus integrantes se dejaron seducir por los cantos de sirena de la derecha mal llamada constitucional que pretendía que el bipartidismo resurgiera de sus cenizas para poner en su sitio a los más radicales. Quintacolumnistas, hubo y parece que sigue habiendo.
   Otra conclusión que es conveniente extraer de este primer año de matrimonio (que todo parece que cumplirá sus plazos) es que no se puede lograr todo de una vez y a lo que parece por la experiencia que es más inteligente esperar al momento oportuno para que los recelos se disipen y se encuentre el mejor momento para aprobar una medida progresista, sin que rechinen algunas heridas. O al menos, que no se noten demasiado.
   A bote pronto, el primer gobierno de coalición de la era democrática ha superado los intentos de boicot de determinados organismos, asociaciones y brunetes judiciales y mediáticas (lo seguirán intentando, no tengáis dudas) y las lógicas (y hasta cierto punto legítimas) discrepancias internas de dos partidos que son dos mundos, perro que se han visto en la necesidad de emprender juntos u largo camino. Y es difícil remar en una misma dirección cuando los objetivos son dispares. Es verdad, sin embargo, que hay un programa pactado entre ambas organizaciones. Pues que se cumpla.

       DdA, XVII/4724           

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