Fernando de Silva
El 16 de febrero de 2020 aproveché para madrugar y disfrutar del último amanecer en el Malecón. Allí estaba Eraldis Cárdenas Mendoza, un joven cubano que vive en el extrarradio de La Habana, y cada día se levanta a las cinco y media de la mañana para tomar la guagua y dirigirse a la Punta del Malecón, lugar en el que transcurre parte de su vida.
Me contó que trabajaba en Guantánamo, donde nació, como guardia de frontera para los EEUU, realizando funciones de zapador, y hacía seis años le estalló una mina, perdiendo la pierna izquierda. La metralla invadió su cuerpo, lleno de recuerdos de aquel trágico momento, que pretende olvidar cuanto antes. Nunca sonríe, pero es muy educado y conversador.
Pretende mantenerse en forma, y acude a este mágico lugar para pensar y hacer sus ejercicios de gimnasia. Verle hacer planchas en el aire, con el Malecón al fondo, es todo un espectáculo y representa una imagen inolvidable. Así es Cuba, y así son los cubanos, orgullosos y capaces de enfrentarse a la vida con mucha dignidad ante cualquier adversidad.
Durante la distendida conversación que mantuvimos, comprobé que la mayoría de los conductores de los vehículos que transitaban por la zona tocaban la bocina como gesto de saludo. Cuando le comenté que parecía tener muchos amigos, muy satisfecho me contesto: “el que tiene un amigo tiene un pueblo“. Me despedí, y le dejé con la mirada perdida y pensativa. Así comenzó mi último día de estancia en Cuba.
(Podéis ver el reportaje fotográfico completo en mi blog personal SInLaVeniA, en este enlace: https://www.sinlavenia.com/.../viaje-fotografico-a-cuba.../
DdA, XVII/4721
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