El asalto al Capitolio de nuestro día de Reyes bien pudiera servir como el hito cronológico que los historiadores usen el futuro para datar una nueva época histórica. Llegada de Colón a América: inicio de la Edad Moderna. Revolución Francesa: inicio de la Edad Contemporánea. Asalto al Capitolio: inicio de la Edad Idiota.
José Errasti
Hubo un tiempo en el que el individualismo era una concepción seria acerca de la condición humana. Vale, siempre tuvo un tufillo rancio a burguesía y protestantismo. Siempre estuvo claro que, tras su épica del alma autodeterminada y la-libertad-para-lo-que-me-conviene, se disimulaba la justificación de la explotación y los privilegios hereditarios. Pero los principios que inspiraron la Declaración de Independencia de los Estados Unidos no eran ninguna tontería ni se pueden despachar en tres tuits y esta visión del ser humano particular como el principio y el fin de casi todo ha dado frutos extraordinarios en disciplinas como la antropología, la filosofía o, claro, la psicología.
El individualismo —el romanticismo, la exaltación del yo, la apología de la diferencia, la mismidad ensimismada— era una de las dos grandes maneras de responder a las preguntas sobre la naturaleza humana y contaba con sólidos y bien elaborados argumentos a su favor. En la frase anterior la palabra más importante es “era”.
Porque ya no lo es. Pudimos ver esta semana al tataratataratataranieto de Jefferson entrando en el Capitolio: era el que llevaba unos cuernos y una piel de bisonte en la cabeza. El tataratataratatarabuelo del tío que puso los pies sobre la mesa del despacho de Nancy Pelosi podría ser Benjamin Franklin. La diferencia entre Lincoln y Trump es la diferencia entre lo que pides en Aliexpress y lo que te llega a casa.
Lamentamos informarles de que en 2021, en el mundo de las fake news, las redes sociales, la elección personal de los pronombres, las ensaladas personalizadas de los Starbucks y los transespecie, el individualismo ya no es más que una idiotez. Quizá siempre lo fue en su sentido etimológico, pero ahora cabe añadirle con igual precisión su sentido popular. Y el asalto al Capitolio de nuestro día de Reyes bien pudiera servir como el hito cronológico que los historiadores usen el futuro para datar una nueva época histórica. Llegada de Colón a América: inicio de la Edad Moderna. Revolución Francesa: inicio de la Edad Contemporánea. Asalto al Capitolio: inicio de la Edad Idiota.
No tengo claro si el individualismo clásico ya llevaba en su interior el esperpento narcisista histriónico al que ha llegado y sólo era cuestión de tiempo que se manifestara. O quizá Trump y el del bisonte son el resultado de derivas coyunturales, claramente relacionadas con las nuevas tecnologías, que no se previeron en el plan original.
A partir de un determinado tamaño, las tecnologías se vuelven ideologías y en este momento estamos siendo usados por las redes sociales tanto como ellas están siendo usadas por nosotros. El algoritmo, ese que nos hace tanta gracia cuando suena en Spotify exactamente la canción que queríamos oír en ese momento, es el mismo que ha conseguido que decenas de ciudadanos —en principio, no más tarados de lo que estamos usted o yo— escalen los muros del Capitolio con el automatismo propio de los walking deads.
Ya es irrelevante el impeachment, la vigésimo quinta enmienda o el bloqueo de Twitter. El trumpismo ha llegado a nuestra sociedad para quedarse y la cosa sólo puede ir a peor.
Huffpost DdA, XVI/4726
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