miércoles, 16 de diciembre de 2020

¿SE VA A HACER ALGO CON LAS RESIDENCIAS O PROSIGUE EL GERONTICIDIO?


Félix Población

Es muy posible que si no se adoptan nuevas medidas restrictivas, las lucecitas de Navidad empujen a nuestro país a una tercera ola de la epidemia. Hasta la fecha, casi la mitad de los fallecidos en España fueron ancianos internados en las residencias. Creo que no se ha reparado lo suficiente en este geronticidio. La cifra oficial habla de 24.372 personas alojadas en las 5.437 residencias del país que han muerto por coronavirus o síntomas similares: el 48,5 por ciento del total. 

La mayoría de las defunciones se registraron en las comunidades de Madrid, Castilla y León y Castilla-La Mancha, leo.De nada valió que se solicitara una comisión de investigación, como sucedió en la segunda, a la que se negó el gobierno regional, según denunció la oposición. A la dignidad y dolor de los familiares de los más de 3.000 ancianos fallecidos no les permitieron ni ese consuelo. 

Asquea esa política. Es la misma que preserva y fomenta el negocio que se está haciendo en España con quienes forjaron este país y nacieron y crecieron entre las penalidades de una guerra y una posguerra. En buena medida, ese negocio se nutre del Estado. El 41 por ciento de los 4.500 millones de euros de facturación de las residencias en 2018 procedían de la gestión de plazas concertadas (1.370 millones) y de la gestión privada de plaza públicas (475). El resto (2.655 millones) se obtuvo de la gestión de plazas privadas, pagadas íntegramente por los usuarios. 

El expansionismo empresarial en el sector se debe a la creciente entrada de dinero público: en 2019 se ofertaron más de 270.000 plazas, 42.000 más que hace diez años, según datos del CSIC. Con toda seguridad, ante estos números, la oferta privada seguirá creciendo en el futuro, máxime si los gobiernos autónomos de cada comunidad no intervienen para reducir el déficit de plazas existente. España está en un 4,3 por cada cien habitantes mayores de 65 años, por debajo del 5 que aconseja la Organización Mundial de Salud.

De las cinco principales compañías que administran residencias en España, todas con más de 45 geriátricos, dos tienen como principal accionista a fondos de Jersey (Vitalia Home y Colisée), una a un fondo inglés (DomusVi) y otra a un fondo de pensiones de Canadá (Orpea). En el negocio también están cinco de los hombres más ricos de España: Florentino Pérez, los 'Albertos' (Clece), Modesto Álvarez Otero y Carlos Álvarez Navarro (Ballesol). Y también la quinta fortuna de Francia: la familia Mulliez (Amavir). Dos grupos están controlados por empresarios implicados en el caso Gürtel: el ya condenado Enrique Ortiz (Savia) y el doblemente procesado José Luis Ulibarri (Aralia). Son datos aportado por InfoLibre en un reciente reportaje.

España es uno de los países con más alta esperanza de vida, sólo por detrás de Suiza y Japón. Las residencias, por lo tanto, son un negocio al alza que seguirá nutriendo la codicia de quienes mercadean con la ancianidad, el periodo más respetable de la vida en muchas viejas culturas. Un maldito virus ha venido a gritarnos -pero no con la suficiente energía, al parecer- que nuestros mayores han sido auténticamente masacrados en los centros donde esperaban vivir en paz y sosiego los últimos años de su existencia. No parece que hasta la fecha haya habido una reacción para que el Estado y los gobiernos regionales eviten o palíen que, ola tras ola, la masacre se repita. 

Es necesario un cambio radical en la gestión de esos centros, donde, como podemos ver en la imagen que ilustra este artículo -difundida por la asociación de Técnicos en Cuidados y Auxiliares de Enfermería-, los ancianos tienen por cena un grumoso puré y unos contados bocados de pescado reseco.  La residencia está en la provincia de Cáceres y el menú pudo haber sido el último de uno de nuestros muchos mayores  -los niños de la guerra y la posguerra- al que el virus fue ahogando en la soledad de su cuarto.

Léase@también: Las muertes en las residencias de Madrid se incrementaron en un 245 por ciento en la primera ola de la pandemia (El Salto) 

      DdA, XVI/4702      

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