sábado, 5 de diciembre de 2020

MILITARES RETIRADOS: UNA FRASE DE EINSTEIN PARA LA FISCALÍA

Jaime Richart

En medio de un estado de cosas en el mundo entero que no tiene otros precedentes análogos en cuanto a lo que abarca: las dos guerras mundiales, unos jubilados procedentes de la profesión militar han mostrado esa tara o lacra de factura justo eminentemente militar: la cobardía. Toda una carrera consagrada sacerdotalmente a despertar, cultivar y robustecer en el ánimo del soldado al que instruyeron la valentía, y cuando, presuntamente por su edad y por un probable deterioro de sus neuronas aducible en un eventual proceso criminal, se sienten a salvo del castigo por la comisión de al menos dos delitos gravísimos: inducción a la sedición y apología del terrorismo, publican sinuosamente un manifiesto abyecto y abiertamente criminal contra el orden establecido...
El incidente, pues así por el momento puede calificarse, podría tener el cariz de una simple anécdota si las condiciones sociales, políticas, económicas y sanitarias fuesen normales. Pero hete aquí que no sólo no son normales dichas condiciones, es que son extraordinariamente convulsas. Y no sólo eso, es que los tambores de guerra ya vienen sonando hace más de un año. Suenan desde que una fuerza política a la que sólo le interesa la paz de los cementerios y es amantísima por ello de la guerra, viene llevando a la vida cotidiana y al parlamento el espíritu de la dominación por la fuerza encerrado en la ideología franquista. Es decir, un partido reaccionario dispuesto a todo y con las miras puestas en el éxito de aquel general que se alzó contra el orden republicano en 1936, ganó la guerra y practicó la represalia durante un buen número de años contra los defensores, reales o presuntos, de la causa de los perdedores.
En este estado de cosas sobresale después otro detalle sumamente significativo. He escrito desde 1978 la misma cantinela un montón de veces. Pero este clima de temor añadido al peligro de contagio de la enfermedad de una presunta o real pandemia (hoy, más que nunca, es muy difícil distinguir lo real de lo presunto y la noticia falsa de la verdadera), trae al primer plano lo repetido por este cronista tantas veces: el manipulado y viciado origen del sistema político español de 1978. Precisamente es preciso no desconocer la atmósfera reinante tras la muerte del dictador. Una expectante actitud de toda la población española impregnada en ansiedad y el temor que se palpaba a que los militares se adueñasen del vacío de poder. Con ese telón de fondo, siete llamados "padres" de la misma, a cuyo frente invisible se hallaba un multiministro del caudillo extinto, y sin que entre ellos hubiese un sólo representante del pueblo, redactan una Constitución en cuyo texto queda incluida la monarquía representada por un descendiente Borbón que había sido preparado mental, espiritual e ideológicamente a la medida del propio dictador. Sometida a su aprobación por el pueblo en las urnas, podría decirse que se abalanzó metafóricamente a ellas para aprobarla sin tener ni desear ni la más mínima reflexión acerca de lo que iba a aprobar. Algunos, entre los que este cronista se encuentra, pensamos aquel 6 de diciembre de 1978, que aquella ratificación mediante referéndum de la Constitución, con una abstención del 33%, habría de estar en adelante pendiente de revisión. El manifiesto vicio de consentimiento por las circunstancias y condiciones del ánimo de la ciudadanía al ratificarla estaba en paralelo con la nulidad ipso iure, de todo contrato civil que adolece de ese mismo vicio. Pero, como vemos, nunca más se ha vuelto a replantear esa posibilidad de reforma o abrogación.
Pues bien, en estas condiciones, revocado el tercer grado penitenciario por parte del Tribunal Supremo para los políticos catalanes, con esos tambores de guerra redoblando día tras día en el Parlamento percutidos por el partido fascista de marras, llega este manifiesto vil, villano y criminal de estos militares miserables que, entonces, en 1978, tenientes o capitanes, encarnaron, para este cronista, los fautores del miedo que sufría en medio de su expectación la población española que ratificó en referéndum la Constitución. Aquellos, pues, son los mismos que ahora acaban de salir del armario de la simulación y de la vileza.
Descrito el halo de inestabilidad que, aun no siendo expresa subyace en el ánimo de al menos la mitad de España, desde aquel día hasta hoy, sólo me queda recordar a la Fiscalía General del Estado y a cuantos sientan y tengan responsabilidades para zanjar este asunto las palabras de Einstein: los males del mundo no lo son tanto por los perversos como por quienes les consienten...

DdA, XVI/4689

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