martes, 22 de diciembre de 2020

LA DERECHAS MELLIZAS

 


Vicente Bernaldo de Quirós

Somos muchos los españoles que pensamos que no nos merecemos una derecha como la que tenemos, que plantea posiciones antidemocráticas, tiene querencias guerracivilistas y no acepta nunca los resultados electorales cuando pierde, lo que ya es una tradición en este país. Añoramos una derecha moderada, moderna y constitucional, porque aunque presume de respetar la Constitución, solo asume unos pocos artículos, aquellos que no tienen nada que ver con los derechos sociales.
   Cuando comparamos a los conservadores españoles con los de otros países de nuestro entorno, traducido a Europa, echamos mucho de menos a aquellos líderes de la derecha continental que defendiendo sus posiciones políticas no se dejan llevar por el sectarismo y tienen miras de Estado cuando se abordan problemas de interés general.
      Pongamos por ejemplo, la derecha alemana, la que lidera Angela Merkel y a la que nuestros conservadores patrios dicen admirar. Pues bien, la dirigente de la CDU-CSU decidió expulsar de la milicia a un grupo de profesionales con ideas nazis y vinculados al partido ultra Alternativa por Alemania y se niega a pactar con esta organización para gobernar el país o cualquiera de los land que forman el territorio federal.
   Igualito que en España, pues, porque si un grupo de militares o ex militares levantan la voz para defender al dictador Francisco Franco o poner en solfa la democracia, nuestros próceres derechistas les bailan el agua y como dijera una tontadelculo con cargo público, ponen en valor cosas "que nosotros pensamos". Y no digamos nada de llegar a acuerdos con los patridiotas de Vox Por tanto a la derecha española le falta más de un hervor para parecerse a la europea.
      Si acaso, los conservadores españoles se parecen a los de algunos países en los que la pobreza forma parte de su producto interior bruto y en los que existió también una organización armada que en su día dejó de batallar y se sumó a la lucha institucional.
    Efectivamente, estoy hablando de Colombia, una nación que contó con una organización guerrillera, nacida en 1964, pero heredera del bogotazo que acabó con la vida del liberal Gaitán en 1948, pero que negoció el fin de la lucha armada con el Gobierno legítimo de Juan Manuel Santos.
  Las FARC ya no existen, como ETA también ha dejado de matar, pero los sectores más reaccionarios de los dos países siguen actuando como si las armas no se hubieran callado. La paz con la guerrilla fue boicoteada desde el minuto uno por las huestes del ex presidente Alvaro Uribe, ligado a los sectores más cercanos a los paramilitares y, curiosamente, al narcotráfico. En España, la derecha melliza a la colombiana acusa al Gobierno de coalición de pactar con los herederos de los asesinos de ETA, como si Bildu no fuera un partido legal.
   Curiosamente, el delfín de Uribe y actual presidente colombiano Ivén Duque es un acérrimo detractor del acuerdo de paz y no mueve un dedo para conseguir la reincorporación natural a la vida civil de los antiguos militantes de las FARC, que, por otra parte, son asesinados con frecuencia por los escuadrones de la muerte de ese país, con la complicidad obscena del partido de Duque y del propio presidente.
   Mientras viejos guerrilleros y dirigentes vecinales y sociales caen bajo las balas de los enemigos de la democracia, los paramilitares que negociaron con Uribe en su día el alto el fuego, campan por sus fueros y amenazan bravuconamente a los ciudadanos libres. Las derechas mellizas viven todavía en el siglo XIX. 

     DdA, XVI/4708     

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