martes, 29 de diciembre de 2020

LA BRECHA DIGITAL QUE SUFREN NUESTROS MAYORES


Félix Población

Nos dicen que la fotografía está tomada con permiso de la señora que la protagoniza, una ciudadana de 88 años, nacida por lo tanto cuatro años antes de que en este país se registrase la mayor tragedia de su larga historia. 

En su imagen estoy viendo la de mi tía María Cecilia, nacida un año antes, y a la que mi querida prima Tere ha regalado un teléfono móvil  para mantener la comunicación familiar en estos tiempos crueles en que el contacto con las residencias de mayores es forzosamente a distancia. 

Estas dos ancianas vivieron los primeros años de su niñez en tiempo de guerra. Crecieron con todas las penalidades propias de una posguerra atroz y, llegadas al arrabal de senectud, cuando lo más justo hubiera sido pasar sus últimos años en paz y con un buen pasar, en consonancia con los niveles de dignidad propios del que llegó a llamarse estado de bienestar, no sólo están siendo masacradas por el maldito virus que ha matado a más la mitad de las víctimas en España, sino que sufren un gran desamparo a causa la llamado brecha digital. 

Porque las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), que permiten una reducción de costes de personal en las entidades financieras y un consiguiente aumento en sus beneficios, no están al alcance de nuestros mayores. Ancianas como la de la fotografía se ven obligadas a madrugar para poder acceder a la ventanilla de una de esas empresas, un 17 de diciembre, en la Avenida de la Paz de Madrid, porque a las 11,30 esa ventanilla se cierra y ya no atienden presencialmente a los clientes. Como tantos otros ancianos y ancianas de nuestro país, esa mujer desconoce el funcionamiento del cajero automático. 

La digitalización de nuestro tiempo no está al alcance de de muchos de aquellos ciudadanos que vivieron las oscuras y amargas épocas de penuria de la guerra y posguerra, como no lo está para 3.600 millones de personas en el mundo que actualmente no tienen acceso a la red. 

Que lo bancos arrumben así a nuestros mayores es una consecuencia más de lo poco que les importan quienes ya no producen y no son, por lo tanto, objetivo de negocio. Repárese en la sociedad que tenemos cuando, además, un maldito virus ha causado una auténtica masacre entre los ancianos internados en cientos de residencias donde también  lo que prima es el negocio, a cuenta en buena medida de fondos buitre que precarizan hasta la más vil explotación al personal laboral que trabaja en esos centros porque lo importante también son los pingües beneficios.

   DdA, XVI/4714   

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