jueves, 10 de diciembre de 2020

ETA, EL ÁRBOL Y LAS NUECES

Vicente Bernaldo de Quirós


Se atribuye a Xavier Arzalluz, antiguo jesuita y presidente durante muchos años del Partido Nacionalista Vasco (PNV), al que le dio un carácter muy personal, una frase relativa a los beneficios que esa formación obtenía de las acciones de "los chicos de la gasolina", que era como él llamaba a los militantes de ETA, manifestando que mientras unos movían el árbol, ellos recogían las nueces.
   La frase crió raíces y fue esgrimida durante muchos años (aún se hace en ocasiones) por los dirigentes y periodistas de la derecha para explicar el carácter utilitarista del PNV y su misión de aprovechador de las agresiones etarras. Arzalluz, que presidía el Euskadi Buru Batzar, algo así como la dirección máxima del PNV, y que nunca quiso entrar en un gobierno para remarcar el carácter bicéfalo del partido, no decía nada, pero mostraba su gran satisfacción por los frutos recogidos.
   Desaparecido Arzalluz y fenecida ETA, es ahora la derecha españolista la que se arrima al buen árbol de donde se extraen los frutos y hace buena la máxima del fallecido líder del PNV para recoger las ventajas de tener a algún sicario dispuesto a menearle el bosque.
   Así ocurre con Vox y el Partido Popular que se pliega a los intereses de la ultraderecha, dizque para blanquearlos, y logra que las ideas del partido de Santiago Abascal pasen a los distintos boletines oficiales de las comunidades y ayuntamientos donde gobiernan juntos o al lado mismo, tras el cedazo que les proporciona la derechita cobarde.
  En Andalucía plantean intereses comunes que tratan de hacer olvidar a sus ciudadanos la etapa de los socialistas y en Murcia, aunque han fracasado con el veto parental, han incluido reivindicaciones de los tiempos del general bajito. Pero ha sido en Madrid, donde algunas materias del Gobierno en el que Vox está a la sombra se han sumado a las decisiones del aparataje de Isabel Díaz Ayuso, ha alcanzado la ultraderecha su misión más delicada para modificar la realidad a su antojo.
   El caso más significativo es el de la desaparición del nombre de las calles de Francisco Largo Caballero y de Indalecio Prieto, dos socialistas democráticos y de enorme prestigio entre la izquierda, porque la capital de España no puede albergar en su seno el homenaje a dos rojos.
   Desde el desprecio a la ley de la memoria histórica y a la verdad de los hechos y contando con un admirador de Pío Moa impostado como es el alcalde, José Luis Martínez Almeida, la ultraderecha ha conseguido que se elimine del callejero madrileño a estos dos defensores de la legalidad republicana, ante el desconcierto de los ciudadanos normales y el estupor de los historiadores.
   Y menos mal que las estatuas que tienen en Madrid son competencia del Gobierno central, que si no las hubieran derribado a cabezazos. Como no pudieron hacerlo, puesto que entrarían en conflicto con quienes tienen las atribuciones en la materia, los fachas movieron el árbol y las llenaron de pintura roja, simulando sangre, y los conservadores de orden les rieron la gracia y recogieron sus frutos.
   Más que la ignorancia cultural y ciudadana del alcalde de Madrid y los machirulos de Vox, las consecuencias de esta agresión a la Historia son la crispación inútil que crean el PP y la ultraderecha en una ciudad atacada por la extensión enorme del coronavirus y las cada vez mayores desigualdades sociales, mientras que su alcalde insiste en las barbaridades de quien no merecía haber pasado de primero de EGB y le sigue dando a la matraca con su versión porno de la memoria democrática. Y eso que, comparado con Isabel Díaz Ayuso, era el moderado del tandem.  

       DdA, XVI/4694      

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