Esta nota que comparte Rafael Quirós es muy de lamentar por este Lazarillo, dado que la vieja Escuela de Comercio de Gijón es uno de esos edificios carismáticos de la ciudad, al que se le sometió a una integral restauración que dio como resultado un aparentemente cómodo y espacioso centro de cultura en el que se integraron diversas y reputadas asociaciones gijonesas. Que ocurra lo que Quirós comenta es muy deplorable y denunciable, tal como hacemos, a la espera de que se corrija sin más chapuzas añadidas a las que se hacen constar:
La antigua Escuela de
Comercio de Gijón, construida hacia 1915 sobre un diseño del reconocido
arquitecto Manuel del Busto. Un siglo después, la rehabilitación integral del
edificio y un sótano añadido bajo la calle de Tomás y Valiente costaron unos
cuatro millones de euros, con revisión al alza del presupuesto inicial y dos
años y medio de obras.
Transcurridos unos meses de la reapertura como
centro cultural, en enero de este año ya había espacios cerrados temporalmente
para reparación de filtraciones y deficiencias en el interior. Anteayer, a una
borrasca de las de toda la vida (ahora las disfrazan de huracán y les ponen
nombre, para atemorizar más) le bastaron rachas de viento de 66 kilómetros por
hora para arrancar unos cuantos cascotes de la flamante fachada.
Podríamos ir a Segovia en viaje de estudios,
detenernos ante el acueducto romano y preguntarnos cómo diablos se las arregló
aquella gente, sin haberse inventado todavía ni el mortero. O que el
contratista de esta rehabilitación por cuatro millones de lereles retroceda un
siglo en el tiempo y nos haga el favor de enterarse con qué raro compuesto
pegaban en 1915 los azulejos.
DdA, XVI/4693
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