lunes, 9 de noviembre de 2020

LA CULPA FUE DEL PANGOLÍN

 


Vicente Bernaldo de Quirós

No tenemos la más mínima certeza del origen del coronavirus, por lo que es comprensible la difusión de algunas políticas erráticas que se prodigan desde los gobiernos y las fórmulas de ensayo-error que insinúan los especialistas. Si ni siquiera los expertos son capaces de explicar con claridad que fue lo que originó la  Covid-19, imaginaros como estamos los mortales comunes que nos zambullimos en cualquier teoría para poder salir de esta angustia de no conocer casi nada.

   Salvo, eso sí, los innumerables virólogos que han obtenido el máster en la Universidad de Facebook y son capaces de divulgar las hipótesis más descabelladas sobre las causas de esta pandemia a través de las redes sociales sin que se pongan colorados ni duden ni siquiera un instante sobre la veracidad de sus pronósticos.
   A excepción de Donald Trump y de Santiago Abascal que llaman el virus chino a esta enfermedad y que están convencidos de que se trata de una conspiración del peligro amarillo de la China comunista para desestabilizar el orden occidental, son pocos los epidemiólogos que se atreven a vaticinar alguna hipótesis de trabajo, salvo que el bicho vino al mundo en China (o fue trasladado allí, vaya usted a saber), porque fue en la ciudad de Wuham donde se produjeron los primeros contagios.
   No se descarta que el virus haya sufrido un accidente durante el trasiego de experimentos que se suceden en los laboratorios de todo el mundo para buscar el placebo universal, y se haya escapado de las manos a los científicos y a la vez haya mutado en algún otro animal. Es una teoría.
   Alguien llegó a afirmar, pero ya digo que con escasa certidumbre científica, que la aparición de la Covid-19 tiene que ver con los innumerables atentados medioambientales que se producen en el mundo y que las diferentes eclosiones del cambio climático hayan influido notablemente en el desarrollo de la enfermedad.
   Pero lo más recurrente ha sido echarle la culpa al pangolín, un mamífero del orden de los pholidotas, según cuenta la Wikipedia, que tiene escamas y una carne muy apreciada, por lo que los chinos la llevan consumiendo muchos años, sin que hasta ahora haya sucedido ninguna epidemia, aunque es verdad que su figura es objeto de la codicia de los cazadores furtivos que la desean para proveer a cambo de grandes beneficios a la medicina tradicional asiática y eso pudo originar algún tipo de trasplante vírico o cosa que se le parezca.
   Por lo que se ve es el mamífero que más a mano teníamos para echarle la culpa de nuestra insaciabilidad dineraria y a mí, la verdad, me cuesta criminalizar a este animal de aspecto enroscado y nombre diminutivo de gran ternura.
   Confío en que tarde o temprano se descubra el nacimiento de una enfermedad que nos trae a mal traer desde hace diez meses, como mínimo, y que podamos descubrir y extender todas las vacunas y antídotos necesarios para este veneno. Y también espero que no sea el pobre pangolín el causante de todos los males del año 2020. Si así fuera, yo patrocinaría un acto de desagravio mundial para que el citado animal se resarza de  todas las blasfemias que su sola existencia han generado en el mundo entero.

     DdA, XVI/4662    

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