Diríamos por aquí, en frase bien descriptiva, que el tema Bildu ya fiede. Fiede el jefe de la Oposición, clamando con su mueca de contrariedad más impostada por el pacto presupuestario con un partido independentista de siniestro origen, ante el que ni movió el PP un papel por ilegalizar cuando gobernó con mayoría suficiente; ni se aplicó siquiera en cambiar un sistema electoral que favorece la presencia (e influencia) en el parlamento nacional de esa clase de formaciones políticas de ámbito e intereses llamémoslos reducidos.
Fiede un presidente autonómico socialista que, además de haberse despreocupado durante
años de todo lo anterior, se rasga hoy el traje en vivo y en directo (en uno de
esos bolos radiotelevisados que en plena pandemia copan las agendas de los
gobernantes) porque "lo de Bildu no tiene un pase". Y es que el toro
que ya no admite engaño de muleta es esta crisis sociosanitaria y laboral sin
precedentes, que España viene capeando con un remiendo de los presupuestos
generales de Cristóbal Montoro requeteprorrogados.
Fiede
hoy medio gabinete ministerial en ejercicio esquivando sus propias
contradicciones, pues aunque como cualquier otro Gobierno están en su derecho
de pactar con cualquier fuerza política que represente legalmente la soberanía
popular, son esclavos dolientes de la hemeroteca.
Fiede la
prensa, las homilías de las radios, los noticiarios de saturación (digo de
televisión) y en general la cloaca mediática sin filtro de sólidos, haciendo un
paréntesis en sus tres turnos de aterrorizar a la ciudadanía para denunciar que
mira qué fuerte, tú: que pactan unos presupuestos generales de absoluta
emergencia social con un partido que no abjura de ETA, pudiendo apoyarse en
otro que no reniega de Franco.
Fieden
todos, pero ni de largo alcanza la equidistancia ante el fedor. A un lado, los
que no dan más de sí porque donde no lo hay no se puede sacar (o empieza a
parecer imposible). Al otro, los que tampoco lo dieron cuando les tocó el turno
dar. Si acaso, se lo llevaron.
DdA, XVI/4667
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