Vicente Bernaldo de Quirós
Doy por buenas las informaciones que afirman que la gran mayoría de los españoles aplaude la concesión del premio Princesa de Asturias a los sanitarios que se desvelaron durante los peores momentos de la epidemia del coronavirus por salvar vidas y proteger la salud de los ciudadanos. Independientemente de la opinión política de cada uno, un porcentaje altísimo cree que el galardón es merecidísimo, sean o no monárquicos o comulguen con estos premios y con sus valedores.
Esta semana que entra se entregarán los premios, aunque la pandemia que nos vuelve a invadir dirá la última palabra sobre el formato que se utilizará para que el Rey entregue las distinciones y saber qué es lo que podrían alegar en su discurso cada uno de los distinguidos.
Sé que entre el personal sanitario hubo algún que otro profesional muy reticente a la presencia en la ceremonia de entrega, pero parece ser que al final la mayoría se decantó por acudir para hacer mucho más visible el trabajo y el esfuerzo de los trabajadores de este sector. Yo estoy de acuerdo con esta última posición y si tuviera voz y voto entre los distinguidos, plantearía la necesidad de subir al escenario a decir cuatro cosas.
Si yo fuera sanitario, en primer lugar, agradecería a los muchos españoles que les homenajearon todos los días a las ocho de la tarde como forma de mostrar su simpatía por su trabajo y su dedicación a salvar vidas. También, porque esa de bien nacidos ser agradecidos, reconocería haber sido nominados para el premio y, obtenerlo.
Pero como no se trata de poner paños calientes a nada y para que todo el mundo sepa de que va esto de la salud pública, elevaría la voz para decir alto y claro que la situación en muchos hospitales y centros de salud ha sido muy precaria como consecuencia de la filosofía de hacer negocio con la sanidad pública y ponerla a disposición de los mercaderes de siempre que tratan de ganarse pingües beneficios discriminando la curación de enfermedades, en función del estatus y del dinero que tengas.
Considero que hay que ser extremadamente duro con estos negociantes porque viven del dinero de todos los españoles y pretenden una medicina de doble rasero, con los mejores instrumentales para los sanatorios privados y dejar a los públicos algo así como la beneficencia.
Si alguna conclusión, podemos extraer de esta pandemia es que la sanidad pública ha salido airosa de los retos a los que fue sometida, mientras que los hospitales de capital privado quedaron relegados a un segundo plano, ya que el desafío de la Covid-19 les dejó un tanto desairados.
Desgraciadamente, muchos gestores siguen tropezando en la misma piedra porque son rehenes de los dueños de los negocios de la salud y se buscan rastreadores en clínicas privadas y se prosigue con el adelgazamiento de la atención primaria, lo que en puridad significa atar de pies y manos a la sanidad pública para seguir enfrentándose al coronavirus.
Si yo fuera sanitario, ya os digo, denunciaría esta situación y plantearía a los que persisten en su engorde de los negocios privados a que depongan su actitud y en caso contrario, la próxima vez concedan el premio a su putísima madre. Y ahí lo dejo.
DdA, XVI/4637
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