Ricardo Maese
Constantino Hevia Coto, gijonés de 82 años residente en el barrio de El
Polígono, lleva encerrado en su vivienda de la calle Puerto de Leitariegos más
de dos años. Quiere pero no puede salir de su casa de sesenta metros
cuadrados. «Mi vida se limita a ir de la habitación al sofá desde 2018».
Víctima de una enfermedad circulatoria y degenerativa, a Constantino le
amputaron su pierna izquierda por debajo de la rodilla a principios de 2018. La
enfermedad avanzó y en noviembre de 2019 fue necesaria otra intervención de
igual índole en la misma pierna. La última amputación ya fue por encima de la
rodilla.
Fue a partir de ese momento cuando comenzaron, con el consentimiento de la
comunidad vecinal, los trámites para solicitar el permiso de obra para la
instalación de un ascensor. Presentaron los papeles en el Ayuntamiento «y si te
he visto no me acuerdo». No han vuelto a saber más de la administración. El
teléfono de atención al ciudadano parece no existir y cuando su mujer
Susana reclama presencialmente solo recibe evasivas de los funcionarios. «Es la
historia de nunca acabar», relata desesperado el gijonés. Según les comunica la
empresa que realizará las obras, el proyecto fue firmado en mayo de 2019 por el
arquitecto municipal, pero «nunca más se supo de la licencia».
Dos años confinado y desesperado. «No me parece mucho pedir poder bajar a
sociabilizar, pasear con la silla y tomar algo con los amigos», asegura. Vive
con su mujer, que a duras penas puede con él. «¿Y quién cuida al cuidador?», se
pregunta Hevia, que asegura que su enfermedad «también la ha condenado». Reciben
la ayuda de su sobrino Carlos, pero en ningún caso entre los dos
pueden bajar a Constantino tres pisos a pulso. «Ni siquiera la amputación de su
pierna le limita a tener una vida normal. Solo un ascensor le impide tener una
vida feliz y plena», lamenta su sobrino. Constantino advierte que en el barrio
«hay muchas personas mayores en la misma situación» mientras clama por que
la Fundación de Servicios Sociales «preste ayuda y cense a
quienes viven en una situación similar».
Desde su primera intervención quirúrgica a principios de 2018 solo ha
salido de su casa para asistir a rehabilitación o a revisiones médicas. Y ya ni
eso porque un retroceso en su enfermedad le impide ahora acudir a
rehabilitarse. Pero cuando acudía hasta dos ambulancias eran necesarias para
su traslado. Cuatro personas para bajarle tres pisos y el Ayuntamiento lleva
once meses para tramitar un «maldito permiso de obra». Ahora espera que la
visita de EL COMERCIO a su vivienda sirva de «llamada de auxilio para mí y para
otras tantas personas mayores que están en la misma situación».
Constantino Hevia es un antiguo dirigente en la dirección federal
de Izquierda Unida. Mantuvo su cargo con Gaspar Llamazares, Cayo
Lara y durante los primeros años de Alberto Garzón al frente del
partido. Tiene fuerzas y ganas, pero un trámite administrativo le quita más
vida que la amputación de una pierna.
El Comercio DdA, XVI/4643
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