jueves, 8 de octubre de 2020

¿LENGUAS MUERTAS LAS DE LA DEMOCRACIA, LA REPÚBLICA Y LA LIBERTAD?

 

Valentín Martín

El año que yo llegué a Madrid, Charlton Heston desembocaba en la extraña alegoría de un astronauta perdido en un misterioso planeta que resultó ser la tierra. Algo parecido le  pasó después con su propuesta del último hombre vivo. Eran avisos de que si seguíamos deshumanizando la atmósfera volveríamos al principio. Creo que es el propio Charlton Heston quien pronuncia en la primera película aquella frase terrible: al fin lo conseguisteis. Y es que de la tierra no quedaban más que las ruinas de lo que fue la estatua de la libertad. Y todo el territorio gobernado por simios con escasa misericordia. ¿Así fuimos?

Ya sé que es un ejercicio arriesgado decir que estamos en camino de desandar. Pero todo lo que estamos viviendo no es lo que reclama la sustancia mágica del mundo. Llamamos pensamiento al origen, al homo sapiens (expresión latina, ya empezamos) que apareció en Botsuana hace 200.000 años. La investigadora australiana Vanessa Hayes dice que fue justo allí y que luego empezó la dispersión.

Bueno, importa poco el dónde y el cuándo. Lo que debería hacernos pensar es si hemos ido cumpliendo la regla sagrada del movimiento hacia una mejor civilización, el empeño en conseguir un espacio adecuado para una especie que dejó  de ser puramente anatómica un día y en su cabeza anidó lo abstracto: la filosofía, el conocimiento, la evolución hacia una dinámica que buscase la perfección.

A mitad del verano se nos murió nuestro paisano Francisco Rodríguez Adrados, un filólogo clásico y un humanista que pasó su larga vida como sagaz amante del griego (sí, el griego) que enseñó en institutos y universidades.

Desde ese humanismo que descubrió al hombre y su sentido racional de los clásicos griegos y latinos se entregó para hincar los valores humanos en todos los que se pusieron a tiro. No estuvo solo en esa tarea. Una larga lista de nombres le acompañaron en sacar la idea medieval de Dios como centro del mundo y poner toda la atención en el hombre por sí mismo. Sinceramente, creo que nos estamos alejando de esa idea renacentista. Y me temo que vamos a ninguna parte.

Ahora desde el mismo gobierno se pretende extirpar el latín y el griego de la enseñanza. Lo que opinan algunos docentes sobre esto, desgraciadamente ya lo sé. Me temo lo peor. Una sociedad futura (o presente, ya la sufrimos) carente de humanismo es una tribu muy grande para lo útil. La universidad española está pensada para la empresa, no para la sociedad. Sólo eso. ¿Estamos ante una batalla perdida? Estamos ante una guerra en que hemos sido vencidos. Y desde dentro.

Y el caso es que nosotros somos un cruce caminos. Aquí han acampado a lo largo de la historia numerosas culturas que dejaron su poso y su huella. Pero donde nos sustentamos es en la cultura griega y latina. Nuestro propio idioma es una prueba de esto. Rodríguez Adrados en su discurso de entrada a la RAE habló sobre “alabanza y vituperio de la lengua”. Se refería a la nuestra, tan rica.

Pero no se puede concebir esa riqueza del idioma español (500 millones de personas lo hablan) sin el latín y el griego. Póngase de morros, coceen a destajo, hagan tocomochos, me llamen florón descafeinado, prescindan de lo que soy y fui, pero no.

El idioma español hasta ahora nunca había dejado de crecer. Pero sólo se mantiene indemne en el habla imperturbable de los pueblos, donde existen verdaderos regocijos. Es allí donde está su salvación, y es en las escuelas donde debe recordarse su origen. Mi amiga Lola S. Rozas, hace no tanto, recordaba una expresión muy de Purchena. Una tía de la familia, observando a su hijo (al hijo de Lola) dijo: a este no dejan de crecerle lo ardiles. Confieso mi fervor por expresiones exactas y hermosas como esta.

Generación tras generación estamos desmochando lo que fuimos. Ya no tenemos coartada, ya no podemos decir que la religión -católica, por supuesto- debe contar o no como evaluación. Despreciamos la música, la filosofía, las lenguas clásicas, las editoriales con literatura sin mentiras, la cultura del esfuerzo, la formación integral del individuo. Tantas cosas inservibles para los que saben más, que un día aparecerán esqueléticos nuestros jóvenes.

No se trata de añorar el pasado, se trata de no enterrarlo porque de él venimos y por él somos. Y naturalmente que en la era tecnológica hay que sumar todo lo que hace crecer la formación cultural de los nuestros. Pero nada es excluyente a la hora del aprendizaje, como a la hora del amor.

¿El latín y el griego lenguas muertas? Mentira. En su mundo están escritas la democracia, la república, la libertad. Si siguen con la escabechina, volveremos de Rodríguez Adrados a Charlton Heston.

     DdA, XVI/4632    

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