Jaime Richart
La situación que viven España y el mundo desde
el pasado marzo ha vuelto a despertar mi curiosidad por "La peste",
de Albert Camus, novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista
francés nacido en Argelia, que ya había leído en mis años de juventud. El
argumento de la novela gira en torno a una epidemia de peste bubónica en
194.... pero se piensa que la obra está basada en la epidemia de cólera que
sufrió la ciudad de Orán durante 1849 tras la colonización francesa, diezmada
por epidemias repetidas. Según Camus, eran treinta las grandes pestes que la
historia había conocido hasta aquel año, causantes de cien millones de muertos.
Quiero ignorar la fiabilidad de ambos datos, porque los considero irrelevantes
al figurar al fin y al cabo en una novela y porque no son ellos el objeto de mi
análisis.
Mi interés estriba en que, puesto que en toda
epidemia grave se pone a prueba la sagacidad de los gobernantes, la índole de
los médicos o de quienes en cada época les representa y la psicología colectiva
de la o las sociedades afectadas, quizá pueda extraer ideas de la comparación
entre tanto los personajes como de la población implicados de la obra de Albert
Camus, y el razonar y el comportamiento de los gobernantes, médicos y población
españoles. Se dice que las comparaciones son odiosas. Pero son inevitables y a
menudo constructivas. Y aunque ya sé que la epidemia de cólera en la novela, y
la variante de gripe de la actual pandemia, por su gravedad y por la diferencia
de los tiempos de ambos episodios nada tienen que ver entre sí, hay aspectos
invariables en el proceso mental de médicos, gobernantes y reacción de las
gentes frente a una plaga. Ese proceso mental, el miedo, el instinto y la
condición humanas, todos de naturaleza histérica, vienen a ser los mismos.
Habrá pasado mucho tiempo desde la última, serán unos u otros los síntomas y
efectos de la patología en la salud, pero la condición, la fragilidad y la
necedad humanas ante la fatalidad varían muy poco. Y si en otro tiempo veo con
condescendencia la reacción y actitud de gobernantes, médicos y población por
su retraso respecto a nosotros, los mismos en esta pandemia de nuestro tiempo
me enervan...
Pero hay un detalle que no puedo pasar por
alto. Mientras que en otros tiempos la capacidad de sufrimiento frente a la
adversidad era notable y la catarsis en cierto modo llegaba por la creencia, en
este tiempo la resistencia a encajarla hace para mí grotesca la reacción de
todos. Porque si varía en algo la actitud de los humanos de la actualidad
frente a lo inevitable, es por su confianza superlativa, se diría ciega, en la
ciencia y en la tecnología. Los humanos de hoy día creen que tecnología y ciencia
les van a librar de la condena, pese a que lo que no varía es la naturaleza del
fatum, la fatalidad. Y con mayor
motivo si el microbio es de origen sospechoso.
Dice Camus "recordaba haber leído que la
peste respetaba las constituciones débiles y destruía las vigorosas". Sin
embargo la "peste" que sufre el mundo ahora, aunque parece muy
irregular en su modo de atacar a cada organismo, en general fulmina a los
ancianos decrépitos y a las gentes de otras edades de salud muy precaria. Es
cuanto menos curioso el contraste. Y sigue Camus: "Ha habido en el mundo
tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes
siempre desprevenidas. Cuando estalla una guerra las gentes se dicen:
"Esto no puede durar, es demasiado estúpido". Y sin duda una guerra
es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure". Lo mismo
pasa ahora. Decimos: "no puede durar". Sin embargo parece que lleva
camino de quedarse. Sobre todo porque parece que el microbio ha sido objeto de
manipulación genética: lo que le confiere otro carácter, el de imprevisible en
sus efectos y su duración, o bien previsibles sólo para quienes lo manipularon.
Y es que la estupidez humana es contumaz, insiste siempre. Uno se daría cuenta
de ello si uno no pensara siempre solo en sí mismo... El primer efecto ha sido
y es, obligar a los ciudadanos a obrar como si no tuvieran sentimientos
individuales.
En todo caso me resultan ridículas e
irritantes las contradicciones, las incongruencias y el empeño de gobernantes y
médicos actuales en dar esperanzas en una vacuna a la población de todos los
países (esperanzas, por cierto, que contrastan con la frecuente brusquedad de
muchos de los actuales especialistas al comunicar al paciente incurable el
diagnóstico fatal). Cuando lo cierto es que nunca se ha logrado ninguna
efectiva contra la gripe común, y sin embargo ahora se vende la idea de que en
unos meses la van a conseguir para un microbio, además, mutante... Por eso se
me antoja una batalla perdida. La duración y suerte de la pandemia dependen -y
lo saben pero no lo dicen- de que este virus sea natural o fruto de
Laboratorio. Porque si la epidemia no se
detiene por sí misma, no la detienen los autores de la eventual infamia o no
pueden porque no controlan el microbio, es seguro que no será vencida, ni por
las medidas de la Administración ni por futuras vacunas...
"¿Cómo hubieran podido pensar en la peste
que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían
libres y nadie será libre mientras haya plaga”, dice Camus. "Aunque es
sabido también que el contagio no es nunca absoluto, pues si lo fuera tendríamos
una multiplicación matemática infinita y un despoblamiento fulminante",
dice el médico Rieux de la novela. Pero en este avatar hay quien dice que la
multiplicación y la despoblación fulminante es precisamente el objetivo de
científicos depravados al servicio de una ideología en la que está presente la
deshumanización de la Medicina y de la Ciencia. Medicina, Farmacéutica y
Ciencia, sacrificadas a la causa del más extremo materialismo…
DdA, XVI/4633
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