viernes, 9 de octubre de 2020

LA PESTE

 


Jaime Richart

 La situación que viven España y el mundo desde el pasado marzo ha vuelto a despertar mi curiosidad por "La peste", de Albert Camus, novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia, que ya había leído en mis años de juventud. El argumento de la novela gira en torno a una epidemia de peste bubónica en 194.... pero se piensa que la obra está basada en la epidemia de cólera que sufrió la ciudad de Orán durante 1849 tras la colonización francesa, diezmada por epidemias repetidas. Según Camus, eran treinta las grandes pestes que la historia había conocido hasta aquel año, causantes de cien millones de muertos. Quiero ignorar la fiabilidad de ambos datos, porque los considero irrelevantes al figurar al fin y al cabo en una novela y porque no son ellos el objeto de mi análisis.

 Mi interés estriba en que, puesto que en toda epidemia grave se pone a prueba la sagacidad de los gobernantes, la índole de los médicos o de quienes en cada época les representa y la psicología colectiva de la o las sociedades afectadas, quizá pueda extraer ideas de la comparación entre tanto los personajes como de la población implicados de la obra de Albert Camus, y el razonar y el comportamiento de los gobernantes, médicos y población españoles. Se dice que las comparaciones son odiosas. Pero son inevitables y a menudo constructivas. Y aunque ya sé que la epidemia de cólera en la novela, y la variante de gripe de la actual pandemia, por su gravedad y por la diferencia de los tiempos de ambos episodios nada tienen que ver entre sí, hay aspectos invariables en el proceso mental de médicos, gobernantes y reacción de las gentes frente a una plaga. Ese proceso mental, el miedo, el instinto y la condición humanas, todos de naturaleza histérica, vienen a ser los mismos. Habrá pasado mucho tiempo desde la última, serán unos u otros los síntomas y efectos de la patología en la salud, pero la condición, la fragilidad y la necedad humanas ante la fatalidad varían muy poco. Y si en otro tiempo veo con condescendencia la reacción y actitud de gobernantes, médicos y población por su retraso respecto a nosotros, los mismos en esta pandemia de nuestro tiempo me enervan...

 Pero hay un detalle que no puedo pasar por alto. Mientras que en otros tiempos la capacidad de sufrimiento frente a la adversidad era notable y la catarsis en cierto modo llegaba por la creencia, en este tiempo la resistencia a encajarla hace para mí grotesca la reacción de todos. Porque si varía en algo la actitud de los humanos de la actualidad frente a lo inevitable, es por su confianza superlativa, se diría ciega, en la ciencia y en la tecnología. Los humanos de hoy día creen que tecnología y ciencia les van a librar de la condena, pese a que lo que no varía es la naturaleza del fatum, la fatalidad. Y con mayor motivo si el microbio es de origen sospechoso.

 Dice Camus "recordaba haber leído que la peste respetaba las constituciones débiles y destruía las vigorosas". Sin embargo la "peste" que sufre el mundo ahora, aunque parece muy irregular en su modo de atacar a cada organismo, en general fulmina a los ancianos decrépitos y a las gentes de otras edades de salud muy precaria. Es cuanto menos curioso el contraste. Y sigue Camus: "Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas. Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: "Esto no puede durar, es demasiado estúpido". Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure". Lo mismo pasa ahora. Decimos: "no puede durar". Sin embargo parece que lleva camino de quedarse. Sobre todo porque parece que el microbio ha sido objeto de manipulación genética: lo que le confiere otro carácter, el de imprevisible en sus efectos y su duración, o bien previsibles sólo para quienes lo manipularon. Y es que la estupidez humana es contumaz, insiste siempre. Uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre solo en sí mismo... El primer efecto ha sido y es, obligar a los ciudadanos a obrar como si no tuvieran sentimientos individuales.

  En todo caso me resultan ridículas e irritantes las contradicciones, las incongruencias y el empeño de gobernantes y médicos actuales en dar esperanzas en una vacuna a la población de todos los países (esperanzas, por cierto, que contrastan con la frecuente brusquedad de muchos de los actuales especialistas al comunicar al paciente incurable el diagnóstico fatal). Cuando lo cierto es que nunca se ha logrado ninguna efectiva contra la gripe común, y sin embargo ahora se vende la idea de que en unos meses la van a conseguir para un microbio, además, mutante... Por eso se me antoja una batalla perdida. La duración y suerte de la pandemia dependen -y lo saben pero no lo dicen- de que este virus sea natural o fruto de Laboratorio.  Porque si la epidemia no se detiene por sí misma, no la detienen los autores de la eventual infamia o no pueden porque no controlan el microbio, es seguro que no será vencida, ni por las medidas de la Administración ni por futuras vacunas...

 "¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plaga”, dice Camus. "Aunque es sabido también que el contagio no es nunca absoluto, pues si lo fuera tendríamos una multiplicación matemática infinita y un despoblamiento fulminante", dice el médico Rieux de la novela. Pero en este avatar hay quien dice que la multiplicación y la despoblación fulminante es precisamente el objetivo de científicos depravados al servicio de una ideología en la que está presente la deshumanización de la Medicina y de la Ciencia. Medicina, Farmacéutica y Ciencia, sacrificadas a la causa del más extremo materialismo…

        DdA, XVI/4633        

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