sábado, 3 de octubre de 2020

EL VIRUS DE LA CORONA DERROTA A TRUMP


Félix Población

Desde que se extendió por el planeta la pandemia más grave que estamos sufriendo desde hace un siglo, observamos primero como en el foco inicial, China, aquel Gobierno tomo muy rigurosas medidas para acabar con el virus de la corona. Allí no hubo una segunda parte de la enfermedad, según comprobamos por las imágenes que nos transmiten los telediarios. Cerradas las fronteras al turismo internacional, aquel extenso país dio puertas abiertas al turismo interior y su economía lleva un buen camino para la recuperación.

Al contrario que en China, desde que el virus se extendió por Estados Unidos, su presidente se decantó por favorecer la productividad y tener en cuenta antes la economía que la salud, haciendo ostensibles y ridículas declaraciones en torno al virus, más propias de un desequilibrado que del primer mandatario de tan poderosa nación. Solo se puede entender la llegada de ese caballero a la Casa Blanca si se considera que entre una gran parte de sus votantes  anida un virus de necedad o fascismo patológico.

Acabamos de saber que el virus de la corona también le ha tocado a Trump y que está internado en un hospital, como ocurriera antes con otros líderes que se lo tomaron a broma o con una escandalosa frivolidad. Le llega poco después del vergonzoso debate con Johon Meiden, su adversario en las próximas elecciones a la presidencia del país, de quien se mofó por usar mascarilla y al que insultó repetidas veces.

Tengo la esperanza de que la COVID 19 evite que Donald Trump sea reelegido presidente de los Estados Unidos. Si no fuera así, occidente y el planeta podrían pagarlo muy caro. Tal como dice Manuel Castells en su lúcido artículo de hoy en el diario La Vanguardia, la reinvención de las formas de relación y de la política se convierte en horizonte inexcusable de la supervivencia, como requisito previo a la transición ecológica y tecnológica y económica. Y, en fin, la capacidad de China, o Corea, o Japón, para gestionar la pandemia, a pesar de que fueron los primeros en sufrirla, altera el marco geopolítico, cuando se contrasta con el desastroso manejo de Estados Unidos, que se revela como el gigante de pies de barro cuando los portaaviones nucleares se reducen a chatarra. Urge, por tanto, un realineamiento de la coexistencia entre países aceptando el hecho de que el llamado Occidente es solo una parte, y no la más importante, del concierto mundial.

Con Donald Trump en la Casa Blanca es más que improbable ese horizonte, por lo que cabría pensar en este caso que el virus de la corona, derrotando a Trump en las próximos comicios, favorecería ese horizonte inexcusable que plantea Castells. De otro modo, igual no hay ni horizonte.

       DdA, XVI/4627      

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